“Valor, tacto y comprensión: Las claves del trabajo policial”

Audiencia con directivos y personal de la Inspección de Seguridad Pública en el Vaticano

Vatican Media

Esta mañana, en el Palacio Apostólico Vaticano, el Santo Padre Francisco ha recibido en audiencia a los responsables y al personal de la Inspección de Seguridad Pública.

El Papa, en su discurso, destacó la complejidad y multiplicidad del trabajo policial. Señaló que esto requiere una combinación de paciencia, prevención, capacidad de respuesta ante situaciones inesperadas, tacto, coraje y una profunda comprensión de las necesidades de las personas.

Citando a san Juan XXIII, el Papa recordó que “hacer cumplir la ley es una tarea pesada, que requiere grandes cualidades morales y, sobre todo, dedicación y abnegación para la realización del bien común”

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Discurso del Santo Padre

Señor Jefe de Policía,
Señor Prefecto y Señor Director,
Estimados Oficiales y Agentes, ¡bienvenidos!

Me alegro de encontrarme con ustedes en esta cita habitual de principios de año. Os saludo a todos vosotros, a vuestros familiares y a los capellanes, que os acompañan en vuestro camino de vida cristiana.

Y quiero decir gracias. En primer lugar, gracias por el trabajo fiel y paciente con el que garantizáis a todos los que vienen al Vaticano, de Italia y del extranjero, la posibilidad de vivir momentos de fe y de oración, como peregrinos, o simplemente de ocio, como turistas, en un ambiente sereno de orden y seguridad. Se trata de un compromiso delicado, que merece tanto más reconocimiento porque se realiza cada día, cada día –¡y cada noche! – del año. ¡Gracias!


También quiero agradeceros, junto con vuestras familias, la disponibilidad y adaptabilidad con la que veláis por mi seguridad y la de mis compañeros de trabajo cuando viajo y me desplazo por Roma y otras localidades italianas, asumiendo a menudo situaciones incómodas y desagradables. Horarios y requerimientos logísticos: ¡gracias de corazón!

Su trabajo es un trabajo con muchas facetas, hecho de prevención de pacientes, vigilancia sobre el terreno, manejo de situaciones imprevistas, a veces peligrosas, en la mayoría de los casos tratadas con discreción y sin llamar la atención. Es un trabajo que requiere valor, tacto, nervios templados, atención y comprensión de las necesidades y problemas de quienes solicitan su ayuda, y también de quienes hacen necesaria su intervención por comportamientos problemáticos de diversa índole.

San Juan XXIII decía que el trabajo de las fuerzas del orden es una tarea gravosa, que requiere altas cualidades morales y sobre todo dedicación y sacrificio para la consecución del bien común. Por eso os definió como “buenos servidores de la comunidad humana y constructores de paz en la sociedad” (cf.  Discurso a los participantes en la XVI “Rallye” internacional del Cuerpo de Policía Europeo , Castelgandolfo, 8 de septiembre de 1961).

Son palabras cargadas de significado que expresan bien tanto las expectativas (a veces muy exigentes) que tienes de ti como los ideales que te inspiran. Y sin embargo es así. El bien común y la paz en la sociedad no se pueden improvisar y no siempre florecen de forma espontánea. Las luces y las sombras de nuestra naturaleza humana, limitada y herida por el pecado, implican la necesidad de que haya quienes, frente al mal, no se queden quietos y observen, sino que asuman la responsabilidad de intervenir, de proteger a las víctimas y traer los transgresores vuelvan al orden, teniendo siempre en cuenta el bien de todos.

Y es quizás gracias a este compromiso en primera línea que los “coches azules” se convierten a menudo en puntos de referencia también para las numerosas necesidades, menos institucionales pero no menos importantes a nivel humano, que vosotros también asumís: desde la petición de información, pequeños imprevistos, o para aquellos que recurren a ti para expresar un malestar, o porque, al sentirse marginados, buscan un poco de comprensión y empatía. Sí, porque la gente sabe que “donde hay uniforme se puede confiar”. Y esto es muy importante.

Por eso, queridos amigos, reitero mi agradecimiento y os bendigo a vosotros y a vuestras familias, encomendándoos a la intercesión de María Santísima y de San Miguel Arcángel, vuestro Patrón. Rezo por vosotros y, por favor, no olvidéis orar por mí. Gracias.