Morir de esperanza, una vigilia por los refugiados

El cardenal Parolin en la oración promovida por S. Egidio: «Existe el riesgo de un naufragio de la civilización»

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Cardenal Parolin © Vatican Media

El próximo domingo es el Día Mundial del Refugiado, convocado por las Naciones Unidas. La Comunidad de Sant’Egidio, junto con otras asociaciones implicadas en la acogida de refugiados y desplazados, promovió ayer la vigilia de oración “Morir de Esperanza”, en la basílica de Santa María en Trastevere. La vigilia fue presidida por el secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Pietro Parolin.

Entre los presentes estaban el fundador de Sant’Egidio, Andrea Riccardi, el presidente, Marco Impagliazzo, y el subsecretario de la sección de migrantes del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral, el padre Fabio Baggio.

Cifras impresionantes

Tras el rezo del Ángelus del pasado domingo, el Papa recordó las “numerosas tragedias del mar Mediterráneo” que siguen “interpelando la conciencia de todos (…) Pensemos: el Mediterráneo se ha convertido en el mayor cementerio de Europa”. De hecho, las cifras impresionan: 43.390 refugiados han muerto, además de los desaparecidos, desde 1990 en el Mediterráneo o en las rutas terrestres de inmigración a Europa.

Un recuento que se ha agravado en el último año, con otras 4.071 víctimas desde junio de 2020 hasta la fecha, especialmente en el Mediterráneo central, en la ruta que parte de Libia, pero también en la ruta atlántica que desde la costa africana llega a España.

Saludos del obispo Ambarus

Muchos refugiados fallecidos fueron recordados por sus nombres, pero era imposible mencionarlos a todos. Por todos ellos, no obstante, se encendió una vela. Numerosos inmigrantes de diferentes orígenes, familiares y amigos de los que perdieron la vida durante la travesía del Mediterráneo estaban presentes, y en muchos casos la emoción era evidente.

El momento de oración fue introducido por Mons. Benoni Ambarus, conocido por todos como “Don Ben”, antiguo director de Cáritas diocesana y ahora obispo auxiliar de Roma para los emigrantes. Al traer los saludos del cardenal vicario Angelo De Donatis, Ambarus recordó que “la vergüenza por el número de personas que han muerto” en la migración “se ve mitigada sólo por nuestra convicción de que todo hombre se levanta con esperanza”.

Naufragio de la civilización

En su discurso, el cardenal Parolin comentó el pasaje evangélico de la tempestad calmada, el mismo ”que caracterizó también el extraordinario momento de oración” del Santo Padre, ”en uno de los momentos más difíciles de la pandemia”  en una desierta plaza de San Pedro.

Ahora recordamos “otro drama, el de tantas vidas rotas mientras están en tierra o en el mar buscando la esperanza”. Una tragedia que “llama a las puertas de nuestra casa y de nuestra conciencia y que puede degenerar en un naufragio de la civilización” .


Lo que ocurrió en el mar de Galilea, continuó, “puede valer hoy para el Mediterráneo: nuestro mar, lugar de intercambio desde hace siglos, está en plena tormenta. Desde hace tiempo es más un lugar de confrontación que un símbolo de encuentro” y asistimos a “una regresión de la vida en común”, con “naufragios, muertes, explotación y sobre todo demasiada indiferencia”.

Despertar impactante

Si en el relato evangélico Jesús está dormido y los discípulos tienen que despertarle, ahora parece ocurrir lo contrario. El cardenal advirtió que ante esta tragedia “se corre el riesgo de permanecer dormido sólo para despertar de repente con imágenes estremecedoras como las de los niños tendidos en la playa de Zuwara en Libia”.

“El Señor trata de despertarnos, con paciencia y delicadeza, a menudo a través de las invitaciones de la Iglesia”, que “pone su atención en los nombres antes que en los números, en los rostros antes que en las estadísticas, en las historias antes que en los hechos noticiosos”. Una llamada continua para “ayudarnos a reconocernos como hermanos todos en el nombre de Dios Padre”.

Superar las vallas

A continuación, el purpurado subrayó que los discípulos despiertan al Señor “juntos”. Esta es una palabra básica para abordar el tema de las migraciones y tratar de superar el inmovilismo al que conducen las discusiones interminables, las diferencias irreconciliables, los cercos partidistas, las visiones antitéticas politizadas» que “nos hacen olvidar la concreción de cada persona humana”.

Sobre el tema de los refugiados, “incluso entre los creyentes estamos a menudo condicionados por la política más que por la palabra desorientadora del Evangelio. El programa cristiano no se deja subordinar por la conveniencia del momento”.

El secretario de Estado recordó que “el verdadero pensamiento dominante hoy gira en torno al ego” erigido como “criterio y medida de los propios derechos y ventajas; Jesús en cambio nos invita a confiar, saliendo de la lógica de lo propio para descubrir que el secreto de poseer la vida es darla”. Las habilidades y la experiencia no son suficientes, necesitamos confiar en Dios, encontrar en él la roca en la que anclarnos. En la tormenta el Señor nos ofrece la brújula para orientarnos”. Debemos “mirar hacia arriba, no seguir caminos falsos sino el camino que se nos indica desde arriba”. Mira la pureza brillante del mensaje” de Jesús que “está ganando, en el camino de Dios y no del mundo. No se puede adorar a Dios ignorando al hermano”.

Llamada a Europa

Estamos llamados a “rechazar las proclamas individualistas y abstractas para comprometernos en caminos solidarios”. Por último, el cardenal Parolin rezó “por los líderes y responsables de la sociedad civil para que proyecten un futuro pacífico por el bien común” y en particular “por las instituciones europeas para que encuentren una respuesta solidaria”. Europa sólo estará cohesionada si va más allá de los intereses particulares” porque “si no encuentra la unidad en la solidaridad, difícilmente la encontrará en otros lugares”.

Antes de la bendición final, que impartieron uno a uno los representantes de las distintas confesiones presentes, Impagliazzo, en su agradecimiento, expresó su “indignación moral por la sordera y la ceguera de tantos” ante el drama de los refugiados y volvió a pedir “vías legales a través de los pasillos humanitarios” y “mirar a estas personas no como un peligro sino ‘en’ peligro, que necesitan nuestra ayuda y nuestra solidaridad”.