Cardenal Arizmendi: Hacia el VIII Simposio de Teología india

Escuchemos con aprecio estas aproximaciones teológicas a la vida de nuestros pueblos originarios

El cardenal Felipe Arizmendi, obispo emérito de San Cristóbal de Las Casas y responsable de la Doctrina de la Fe en la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), ofrece a los lectores de Exaudi su artículo semanal titulado “Hacia el VIII Simposio de Teología india”.

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MIRAR

En la semana pasada, estuvimos reunidos en Quito, Ecuador, quienes conformamos el Equipo Asesor del CELAM en Teología India, para preparar el VIII Simposio de esta Teología. Durante 17 años, fui designado Coordinador de este Equipo; ahora lo coordina el cardenal Álvaro Ramazzini, de Guatemala.

Estos Simposios son una instancia especial del CELAM para promover el diálogo y la promoción de dicha teología. Son diferentes a tantos otros encuentros de pastoral indígena que se llevan a cabo en varios niveles. Se trata de un servicio de discernimiento teológico, acorde con el Magisterio de la Iglesia, para ayudar a descubrir la presencia y el actuar de Dios en los mitos, ritos y símbolos de los pueblos originarios, y ofrecerles la plenitud de Cristo, para que logren el buen vivir, que es la Vida plena que Jesús nos  trae.

El primer Simposio fue en Bogotá, en 1997; el segundo, en Riobamba, Ecuador. Estos dos fueron para aclarar qué es esta teología, que tiene un método propio, no el occidental tradicional que conocemos, que no consiste tanto en elucubraciones mentales, sino en expresiones de vida que se expresan en las tradiciones de estos pueblos.

El entonces cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, pidió al CELAM Proseguir el camino de profundización de los contenidos doctrinales de la Teología India, para avanzar en su clarificación a la luz de la Palabra de Dios y del Magisterio de la Iglesia. (Carta al Card. Fco. Javier Errázuriz, Presidente del CELAM, 26 de julio de 2004). A partir de esta indicación, los siguientes simposios se han dedicado a temas centrales de nuestra fe y los pueblos originarios: Jesucristo, en Guatemala; la Creación, en Lima, Perú; la Revelación, en San Cristóbal de Las Casas; la Trinidad, en Asunción, Paraguay; el Espíritu Santo, en Panamá.

Nuestra reciente reunión en Quito fue para preparar el siguiente simposio, dedicado al tema Iglesia servidora y pueblos originarios. Esperamos realizarlo en Ecuador, en octubre de 2025. Compartiremos tanta experiencia que hay en estos pueblos de vida comunitaria, de asambleas y consensos, que refleja la sinodalidad que estamos promoviendo en la Iglesia universal. Constatamos, sin embargo, que se está perdiendo este sentido comunitario por el contagio de la globalización, que llega aún a los más alejados de las ciudades, para bien y para mal.

Como preparación para ese VIII Simposio dedicado al tema eclesial, organizaremos unos encuentros virtuales anuales. El del próximo octubre, será sobre Iglesia sinodal y pueblos originarios. Abordaremos también la ministerialidad en la Iglesia, pues en las comunidades indígenas se ejercen una gran diversidad de ministerios, servicios u oficios, desde tiempos inmemoriales. Son temas apasionantes, que tienen que ver con estas periferias geográficas, culturales y existenciales.


DISCERNIR

El Papa Francisco, en su Exhortación Evangelii gaudium, nos dice:

“En el seno de la Iglesia hay innumerables cuestiones acerca de las cuales se investiga y se reflexiona con amplia libertad. Las distintas líneas de pensamiento filosófico, teológico y pastoral, si se dejan armonizar por el Espíritu en el respeto y el amor, también pueden hacer crecer a la Iglesia, ya que ayudan a explicitar mejor el riquísimo tesoro de la Palabra. A quienes sueñan con una doctrina monolítica defendida por todos sin matices, esto puede parecerles una imperfecta dispersión. Pero la realidad es que esa variedad ayuda a que se manifiesten y desarrollen mejor los diversos aspectos de la inagotable riqueza del Evangelio” (40).

“Hace falta acercarse a la realidad con la mirada del Buen Pastor, que no busca juzgar sino amar. Sólo desde la connaturalidad afectiva que da el amor podemos apreciar la vida teologal presente en la piedad de los pueblos cristianos, especialmente en sus pobres. Quien ama al santo Pueblo fiel de Dios no puede ver estas acciones sólo como una búsqueda natural de la divinidad. Son la manifestación de una vida teologal animada por la acción del Espíritu Santo que ha sido derramado en nuestros corazones” (125).

“La Iglesia, empeñada en la evangelización, aprecia y alienta el carisma de los teólogos y su esfuerzo por la investigación teológica, que promueve el diálogo con el mundo de las culturas y de las ciencias. Convoco a los teólogos a cumplir este servicio como parte de la misión salvífica de la Iglesia. Pero es necesario que, para tal propósito, lleven en el corazón la finalidad evangelizadora de la Iglesia y también de la teología, y no se contenten con una teología de escritorio” (133).

Y en Querida Amazonia nos dice: “Los creyentes encontramos en la Amazonia un lugar teológico, un espacio donde Dios mismo se muestra y convoca a sus hijos” (57). “Es posible recoger de alguna manera un símbolo indígena sin calificarlo necesariamente de idolatría. Un mito cargado de sentido espiritual puede ser aprovechado, y no siempre considerado un error pagano (79).

ACTUAR

Escuchemos con aprecio estas aproximaciones teológicas a la vida de nuestros pueblos originarios, teniendo siempre en mente y en corazón lo que se nos dice en Aparecida: “Nuestro servicio pastoral a la vida plena de los pueblos indígenas exige anunciar a Jesucristo y la Buena Nueva del Reino de Dios, denunciar las situaciones de pecado, las estructuras de muerte, la violencia y las injusticias internas y externas, fomentar el diálogo intercultural, interreligioso y ecuménico. Jesucristo es la plenitud de la revelación para todos los pueblos y el centro fundamental de referencia para discernir los valores y las deficiencias de todas las culturas, incluidas las indígenas. Por ello, el mayor tesoro que les podemos ofrecer es que lleguen al encuentro con Jesucristo resucitado, nuestro Salvador” (95).