El Bautismo: les entregamos la Gracia de la fe

Educar en la fe: Bautismo

Dentro de la serie dedicada a «educar en la fe» al tema de los sacramentos como medio para educar a nuestros hijos. Esta semana: el Bautismo.

Después del matrimonio, el siguiente sacramento que vivimos y que conforma a la familia suele ser el del bautismo. El bautismo es la primera y fundamental acción de transmisión de la Fe. ¡Qué importante es el bautismo de nuestros hijos!, pero como habitualmente el niño en ese momento no es consciente de lo que está ocurriendo, es fácil que su trascendencia pase desapercibida. De ahí la importancia de hacer un buen vídeo para poder recuperarlo y verlo con nuestro hijo años más tarde, que servirá como medio de catequesis familiar.

El bautismo de cada uno de nuestros hijos debe servir para re-vivir el nuestro, para volver a ponernos frente a frente con nuestra fe. Cómo no cuestionarnos por qué y para qué vamos a bautizar a nuestro hijo.

Bautizar a un hijo implica adquirir un compromiso E-LE-VA-DÍ-SI-MO. Es un compromiso que adquirimos con dos personas: con Dios y con nuestro hijo.

Lo primero que ocurre en la iglesia es que el sacerdote pregunta a los padres: «¿Qué venís a pedir a la Iglesia?». A lo que los padres deben responder – si es que así lo quieren -«El bautismo».

Esa simple pregunta, que puede parecer un sencillo gesto o un mero formulismo, es de una enorme trascendencia. Estamos aquí porque lo queremos, nadie nos obliga, la Iglesia no nos lo pide, somos nosotros quien se lo pedimos a Ella.

Hay personas que consideran que no se debe bautizar al niño mientras carece de capacidad de razonamiento y elección y que sea él quien elija llegado el momento adecuado. Permítanme alguna comparación.

Seguro que conocen a alguien tan aficionado al fútbol que no conforme con ser socio de su equipo, tan pronto nace su hijo le hace también socio. El niño (o la niña) apenas tiene días, pero ya tiene su carné de socio. ¿Se imaginan decirle a ese padre (o madre) tan aficionado que debería dejar a que el niño crezca para que pueda decidir si le gusta o no el fútbol y en caso afirmativo que elija equipo?.

Ya sé que estoy hablando de cosas muy serias y no quiero ofender a nadie. Sé que para muchos pensar que  su hijo puede hacerse forofo del Real Madrid, del Fútbol Club Barcelona o del Atlético de Madrid, es acercarles peligrosamente a un infarto de miocardio, lo digo sólo por ilustrar.

Otra comparación: estoy seguro que muchos piensan que lo correcto debería ser que los niños eligieran el colegio al que asisten, que no son los padres los que deben «obligar » a sus hijos a asistir a un colegio por el hecho de ser bilingüe, o por cualquier otro motivo, pero lo cierto es que la mayoría de los padres pensamos que la elección del colegio es TAN importante que consideramos debemos asumirla sin el «necesario» consenso con el niño.

Pues bien, si el equipo de fútbol o el colegio tienen suficiente importancia como para que los padres tengan la potestad de elegir sin esperar a conocer la opinión de su hijo, creo que cualquiera que tenga un profundo amor a Dios, tendrá todas las ganas del mundo por presentarle a su hijo y por pedirle que sea su Padre adoptivo. Eso es lo que se pide en la iglesia al pedir el bautismo.

La siguiente pregunta que nos hace el cura es  “Al pedir el Bautismo para vuestro hijo, ¿sabéis que os obligáis a educarle en la fe, para que este niño, guardando los mandamientos de Dios, ame al Señor y al prójimo, como Cristo nos enseña en el Evangelio?”.

No se me ocurren muchas obligaciones más complejas. Como la Iglesia es tan sabia, fíjense qué bien hace la pregunta: “¿Sabéis que os obligáis a educarlo en la fe?”.

“¿Sabéis?”. Luego no me venga con pamplinas de que no sabía lo que hacía. Si no lo sabe haber preguntado que para eso ahora hay una reunión con el sacerdote antes del bautismo.


“Os obligáis”. Ni la Iglesia, ni el cura, ni siquiera Dios. Sois vosotros los que os obligáis. “Os obligáis”, no “os proponéis”, ni “intentaréis”, sino que “os obligáis”. Ahí es nada.

“A educarle”. Educarle, no “enseñarle”, sino “educarle”. Enseñar es teórico. Educar es vivido. Obligarse a educar es obligarse a vivir para ser ejemplo. Si no se vive y si no se es ejemplo no se está educando.

“La fe”. No en “alguna fe”, ni tampoco “en tu fe”, ni siquiera en “la fe de la Iglesia”, sino en “La fe”: la única. “Un solo credo, un solo Señor, una sola fe”. (Carta de San Pablo a los Efesios 4, 5).

¿Cuál es la fe?.  Ese es el siguiente paso en la liturgia del bautismo: responder a las preguntas que conforman el Credo. Esa es la fe.

“Ya, pero es que yo no comparto (creo) todo lo que dice el Credo”. Pues entonces … ¿a qué dice usted que se está obligando a educar a su hijo?, porque la pregunta del cura no deja mucho sitio al equívoco. (En realidad de todo el Credo, la mayor parte de las personas discrepan solo de una de las más de 40 afirmaciones que contiene, pero esa una parece ser suficiente para crear una brecha aparentemente insalvable. Una, de más de 40 … eso merece un post por sí  solo).

A cualquiera que tenga amor a Dios el Credo, frase a frase, sirve para hacer horas de oración. Sería magnífico dedicarle un ratito cada día a hacerlo antes del bautizo de nuestro hijo.

También es un medio magnífico para enseñar a nuestro hijo qué significa haber sido bautizado y porqué quisimos compartir ese tesoro con él.

El bautismo de nuestros hijos, cada bautismo de nuestros hijos (o de nuestros ahijados, sobrinos, etc.) debe ser un magnífico momento para revisar cómo estoy viviendo yo la fe y si soy coherente con lo que estoy haciendo.

Siguiendo con las comparaciones anteriores, ¿tendría sentido hacer socio del club de fútbol a nuestro hijo, si luego ni le vamos a llevar, ni nosotros vamos a ir ni un solo partido, o si en realidad el fútbol ni nos va ni nos viene?.

NO quiero decir que aquellos padres que no practican su fe no deberían bautizar a sus hijos. Nada más lejos de mi intención. Exactamente lo contrario.

Cuando unos padres bautizan a su hijo, o cuando unos novios se casan en la Iglesia – aunque llevaran años sin pisar un templo, o cuando quieren que su hijo haga la primera Comunión (aunque luego no le vuelvan a llevar en años a la iglesia), están haciendo un maravilloso acto de fe. Han decidido vivir un sacramento. Los sacramentos son la acción directa de Dios en la vida de una persona. Querer bautizar, casarse en la Iglesia o comulgar, implica querer que Dios actúe en tu vida (o en la de tu hijo). Eso es tener fe. Lo que yo propongo es aprovechar ese momento para acercarse más a Dios, un poquito, pero con constancia. Intentar alimentar esa fe que ya hemos demostrado que tenemos.

Si cumplimos con el compromiso al que “nos hemos obligado” en el bautismo, la trasmisión de la fe está garantizada, lo que no significa que el «acogimiento de la fe» también lo esté.

Esa es la preciosidad de la vida de fe. La libertad. No es posible imponer la fe. Sencillamente a través del bautismo les entregamos la Gracia de la fe, a través de nuestra educación haremos que la conozcan y de ellos dependerá sacarle el máximo partido o no.

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