Jon Fosse: mañana y tarde

Las cosas que hemos usado llevan inscritas en su memoria todo lo que hemos hecho con ellas

El premio Nobel de literatura de este año le ha sido otorgado al noruego Jon Fosse (1959). No estaba en mi radar y tampoco en el de las librerías limeñas. Busqué y no encontré ni una sola de sus obras. En e-books si había algo. Se anunció la aparición de una de sus novelas en español. Se trata de Mañana y tarde (Madrid, Nórdica Libros, 2023, Kindle edition), una narración escrita originalmente en el 2000; es decir, desde entonces ha corrido bastante tinta en la biografía y narrativa de este autor. Ha incursionado en el teatro, la novela, la poesía, el ensayo con un estilo propio del cual dan cuenta los críticos literarios. Me orientó mucho el artículo de Luis Daniel González en Aceprensa. Las referencias sobre su narrativa me animaron a leerlo pronto, pues intuía que sintonizaría con él: y así fue.

Mañana y tarde se lee en un par de sentadas. Novela corta con la que enganché a la primera. Me recordaba al Pedro Páramo de Juan Rulfo en esa mezcla de vivos y muertos que intervienen en la narración. El tono de Fosse es intimista. Los personajes exteriorizan su mundo interior: apremios, afanes, perplejidades, ilusiones. Vida ordinaria sin oropeles. Olai, pescador, padre de Johannes, igualmente pescador. Su hermana, Magda muere en plena adolescencia. Johannes, en cambio, se casa con Erna, con quien tiene siete hijos, todos unos buenos hijos y ya ubicados en la vida. Su hija menor, vive con su familia cerca a la casa de padre Johannes -ahora viudo y entrado en años- a quien visita todos los días.

Una mañana se levanta, especialmente, ágil y sin achaques. Sale a dar una vuelta y busca a su amigo Peter que, aunque había fallecido hace algún tiempo, lo encuentra en su barca. Conversan. De camino a casa se encuentra con Erna. Curioso, todo curioso, piensa Johannes. Incluso ve a su hija menor que sale llorosa de su casa, pero ella pasa de largo sin darse cuenta de su presencia. Recién, en ese momento Peter le dice que ha sido enviado para recibirlo en ese otro mundo después de la vida y lo tomara con calma. Él había fallecido la noche anterior.

“¿Y adónde vamos? dice Johannes Ay, ya estás preguntando como si aún vivieras, dice Peter ¿A ninguna parte? dice Johannes Allí adonde vamos no es ningún lugar, y por eso tampoco tiene nombre, dice Peter ¿Es peligroso? dice Johannes No, peligroso no, dice Peter Peligroso es una palabra, no hay palabras allí adonde vamos, dice Peter ¿Duele? dice Johannes Allí adonde vamos no hay cuerpos, así que no existe el dolor, dice Peter Y el alma ¿allí duele el alma? dice Johannes Allí adonde vamos no existen ni el tú ni el yo, dice Peter ¿Se está bien allí? dice Johannes No se está ni bien ni mal, pero aquello es grande y apacible y un poco trémulo, y luminoso, por decirlo con palabras que no dicen gran cosa, dice Peter”.


Como se ve el Cielo de Jon Fosse en el 2000, aunque no es el puro aburrimiento, tampoco es muy alentador. Me interesan las noveles que vienen después: Trilogía, Septología. Las inquietudes religiosas del galardonado son evidentes, inquietudes que continúan hasta su conversión al catolicismo hace unos pocos años. En cambio, en medio de la sencillez rutinaria de la vida del personaje, el sentido de la vida se abre paso entre los fríos y neblinas de la andadura humana. La vida vale la pena de ser vivida. Allí está Erna, su fiel esposa, sus siete hijos, el oficio de pescador, los amigos… Y en la otra vida, pregunta Johannes a Peter: “¿Y Erna? ¿está allí? dice Johannes Todo lo que te gusta está allí, y todo lo que no te gusta no está, dice Peter ¿Así que mi hermana Magda también está allí? dice Johannes Sí, claro, dice Peter Aunque se muriera antes de hacerse mayor, dice Johannes Sí, así es, dice Peter Sí, claro, dice Peter y Johannes alza la vista y ve que el barco de gablete de Peter ha cogido rumbo al mar abierto al oeste”. El Cielo, ni ojo vio, ni oído oyó, dice San Pablo. Me lo creo: ¡lo qué encontraremos allí”.

Este primer encuentro con Fosse me ha encantado. Los pensamientos de Johannes invitan a detenerse con él en sus cavilaciones y perplejidades, como cuando se detiene a mirar las cosas que ha guardado en su depósito: “¿Qué hace aquí parado, mirando los trastos del almacén? ¿Qué sentido tiene pararse a pensar estos pensamientos tan absurdos? piensa Johannes, pero cada cosa, eso sí que lo ve, está cargada de todo aquello que se ha hecho con ella y al mismo tiempo está ligera, increíblemente liviana, piensa Johannes, basta con pensar en todas las veces que Erna usó esos barreños, cuántas coladas no haría en esos barreños antes de tener su lavadora, pues unas cuantas, y ahora Erna ya no está, mientras que los barreños siguen aquí, así es la cosa, las personas desaparecen mientras que las cosas permanecen”. Pues sí, lleva razón Johannes, las cosas que hemos usado llevan inscritas en su memoria todo lo que hemos hecho con ellas. Y pienso: si las bancas y los caminitos de la Universidad de Piura hablaran, cuántas historias nos contarían.