La Congregación de la Misión en la Jornada Mundial de los Pobres: 400 años comprometidos con los más necesitados

En la VII Jornada Mundial de los Pobres 2023, el Superior General de la Congregación de la Misión reflexiona sobre el legado y el carisma de San Vicente, llamando a todos los católicos a dejarse salvar por los pobres

La Jornada Mundial de los Pobres celebra este año su séptima edición, y con ella la oportunidad de reflexionar sobre el compromiso de tantas personas en el mundo que dedican su tiempo y, en muchos casos su vida, a aliviar el sufrimiento y la soledad de los más pobres. El Papa Francisco nos exhorta en el Mensaje para la VII Jornada Mundial de los Pobres a no dar la espalda a la realidad, pues “un río de pobreza atraviesa nuestras ciudades y se hace cada vez más grande hasta desbordarse; ese río parece arrastrarnos, tanto que el grito de nuestros hermanos y hermanas que piden ayuda, apoyo y solidaridad se hace cada vez más fuerte”. 

Como Congregación de la Misión nos unimos al deseo del Santo Padre para revivir “el don y el compromiso de vivir la pobreza y de servir a los pobres” tal como nos enseñó San Vicente, fundador de nuestra Congregación.

En 1617, un evento decisivo marcó la vida de San Vicente de Paúl: el encuentro con un enfermo necesitado de atención espiritual. Este suceso lo llevó a comprometerse con la evangelización de los más necesitados. Entendió que la caridad no debía limitarse a palabras, sino que también debía abordar las necesidades materiales de las personas marginadas. Así nació la primera Cofradía de la Caridad, un testimonio temprano de cómo la caridad práctica se convirtió en una parte integral de la misión de nuestra Congregación.

San Vicente no eligió el camino fácil, no se limitó a continuar su camino, sino que decidió “no apartar el rostro del pobre” tal como nos invita el lema de esta Jornada Mundial de los Pobres. Aquel gesto debió pasar desapercibido en un primer momento para sus coetáneos pero más de 400 años después sigue resonando con fuerza el eco de aquel acto en apariencia intrascendente. Años después fundaría la Congregación de la Misión y desde entonces en muchas partes del mundo, miles de cohermanos trabajan silenciosamente por servir a los más necesitados.

¿Pero cómo podemos cada uno de nosotros imitar en nuestro día a día a San Vicente? ¿Cómo podemos hacer una caridad efectiva que alivie el sufrimiento de los más indefensos?

Creo que nos podemos dejar iluminar por el lema de la Congregación: «Evangelizare pauperibus misit me» («Me ha enviado a evangelizar a los pobres»). Este es el núcleo de nuestro carisma pero es también una llamada a todos los católicos del mundo. Cada uno en su situación personal tiene que saberse llamado a evangelizar y a dejarse evangelizar por los pobres. Evangelio, misión y pobres son los tres pilares de nuestra espiritualidad y el mayor deseo que Cristo ha inscrito en el corazón de cada misionero. 

Los pobres son para cada uno de nosotros una llamada para encontrarnos con Cristo, que nos espera detrás de cada rostro y de cada historia. Seguir adelante, pasar de largo o dejarse llevar por la indiferencia nos conducirá -y en cierta manera lo estamos viendo- a una sociedad menos humana y, por tanto, menos cristiana. Una Iglesia que da la espalda al pobre es una Iglesia que da la espalda a Cristo. 


Dejémonos inspirar por San Vicente y también por tantos hermanos en la fe que dedican su vida al servicio de los más pobres. Pensad que si San Vicente hubiese decidido pasar de largo no habría hoy alrededor de tres mil cohermanos y 507 comunidades en 99 países haciendo una labor constante y muchas veces invisible para aliviar la pobreza en este mundo. Y no somos nosotros los que salvamos a los más necesitados, sino que son ellos los que nos salvan a cada uno de nosotros, los que nos hacen redescubrir nuestra humanidad originaria.

¡Dejémonos salvar por los pobres!

En un mundo donde la pobreza y la necesidad siguen siendo desafíos apremiantes, desde la Congregación de la Misión continuamos siguiendo a Cristo como evangelizador de los pobres, secundando el legado de San Vicente de Paúl. En este camino hacia el 400º aniversario (que celebraremos en 2025), la Congregación se prepara para mantener vivo el carisma de nuestro fundador y su compromiso con los más necesitados. Pongamos nombre y apellido a cada rostro que nos solicita ayuda, sabiendo que aquel pequeño gesto es lo que nos salva.

P. Tomaž Mavrič, CM. – Superior General de la Congregación de la Misión y de las Hijas de la Caridad. 

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Acerca de la Congregación de la Misión
La Congregación de la Misión, fundada por San Vicente de Paúl en 1625, se compromete a seguir a Cristo como evangelizador de los pobres. Más 3100 miembros, repartidos en 95 países, trabajan en pos de una visión simple: servir a los más necesitados, a los marginados de la sociedad, a los más alejados de las periferias… a través de la palabra de Dios y la acción. Así también los misioneros de la congregación buscan ayudar a todos los que estén a su alcance. En el impacto social en comunidades vulnerables, en la formación a clérigos y laicos, en la atención a peregrinos y personas que buscan a Dios en su vida diaria: toda la familia vicentina —que se hace presente a través de instituciones, universidades, fundaciones y misiones afines— participa en esta extensa red del carisma que experimenta a Dios en el encuentro con los pobres. Más información: www.cmglobal.org

Acerca de Padre Tomaž Mavrič, CM
Es el vigésimo Quinto Superior General de la Congregación de la Misión y de la Compañía de las Hijas de la Caridad. Nació en Buenos Aires, Argentina, el 9 de mayo de 1959. Sus padres emigraron de Eslovenia, con familiares, huyendo del comunismo de 1945. Después de la secundaria, pidió ingresar a la Congregación de la Misión y entró a la Comunidad en la Provincia de Eslovenia, que en aquel momento se llamaba Provincia de Yugoslavia, de la que hacían parte cohermanos de Eslovenia, Croacia y Macedonia. En 1977 hizo el Seminario Interno en Belgrado, Serbia, e inició la filosofía en Liubliana, la capital de Eslovenia, allí también estudió Teología. Fue ordenado sacerdote en 1983. Trabajó en Toronto durante 10 años y luego regresó a Eslovenia, donde trabajó por tres años. Después estuvo 4 años en la ciudad de Niutalagil en los Urales. En 2004 fue enviado a la casa central, conocida como la “Casa Don de Dios”. Destinado en un principio a la formación, en el Seminario Interno y después, elegido, en 2009, Vice Visitador de la Viceprovincia de los Santos Cirilo y Metodio, hasta julio de 2016, cuando fue elegido en la Asamblea General en Chicago, como el Superior General número 25 de la Congregación de la Misión.