La DSI no es una teoría, es la traducción práctica del mismo evangelio de Jesús a la vida social de nuestros días

Merece la pena conocerlo, aplicarlo y tenerlo como libro de consulta junto con la Biblia y el Catecismo

Vatican Media
Vatican Media

Los temas sociales siempre han sido una preocupación de la Iglesia desde sus inicios. Los Evangelios están plagados de situaciones sociales en las que Jesucristo interviene directamente y su predicación siempre está del lado de los pobres y de los más desfavorecidos. El Evangelio es una verdadera revolución social.

Ciertamente, es a partir del S. XIX cuando empiezan a surgir los grandes conflictos sociales, por eso, como no podía ser de otro modo, es cuando la Iglesia tiene una intervención más directa e intensa en todos los aspectos sociales.

Desde el Papa León XIII con la Encíclica Rerum Novarum y hasta nuestros días, todos los papas han publicado encíclicas que han abordado los muchos problemas sociales que padece el mundo. Las encíclicas se complementan con otros documentos papales como los discursos, las cartas apostólicas, las catequesis dirigidas a los fieles, radiomensajes, alocuciones, etc. También son importantes los documentos publicados por las conferencias episcopales.

Si bien es cierto que todo este extenso fondo documental se ha ocupado, y se ocupa de los temas sociales desde la perspectiva católica, también es cierto que estaba muy disperso, de forma tal que era bastante complicado, para los fieles, formarse en la Doctrina social de la Iglesia (en adelante DSI), conocimiento imprescindible para entender cómo debemos actuar los cristianos ante la actual situación social.

Por expreso deseo del Papa Juan Pablo II, después de un magnífico trabajo de elaboración, se publicó en el año 2004 el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia que trata de exponer de manera sintética, pero exhaustiva, la enseñanza social de la Iglesia.

La DSI no es una teoría, es la traducción práctica del mismo evangelio de Jesús a la vida social de nuestros días.

El Compendio es una obra imprescindible para todo cristiano que quiera analizar y formarse un criterio sobre los problemas a los que hoy se enfrenta la humanidad.

El conocimiento de la DSI nos facilita el diálogo con los que piensan distinto porque arroja mucha luz y mucho sentido común sobre los problemas sociales que padecemos, algunos desde hace mucho tiempo.

Si los hombres hubiéramos aplicado estos principios, no habría problemas, pero nos empeñamos en quitar a Dios de nuestras vidas y, lo que es peor, querer ser dioses (soberbia) y, claro, somos nosotros mismos los que provocamos los desórdenes.

La DSI resalta el compromiso de la Iglesia con la sociedad. Pone en conexión el Evangelio con los problemas del hombre.

La DSI no es una tercera vía entre capitalismo y marxismo. Tiene una categoría propia, tampoco es una ideología. Es teología y, especialmente, teología moral.

La Iglesia no tiene soluciones técnicas porque lo que afronta son cuestiones, ante todo, morales. No entra en cuestiones técnicas y no instituye ni propone sistemas o modelos de organización social. Juan Pablo II alaba la democracia, pero bien entendido que tiene que respetar los valores fundamentales de la persona. Si una democracia admite el aborto no está respetando el derecho a la vida y, consecuentemente, pasa a ser un sistema injusto y, por tanto, no válido.

Toda la doctrina social se desarrolla a partir del principio que afirma la inviolable dignidad de la persona humana. El ser humano, entre millones de especies, es el único con las capacidades de amar, querer, odiar, etc. (dimensión espiritual). Esto solo lo ha podido hacer Dios, no es una casualidad.

Dios existe y es la causa primera de la creación. Es el llamado Principio Teológico. Dios ha creado el universo y al hombre. Todo hombre, por el uso de la razón, puede llegar a conocer este principio.

La DSI descansa en la razón. Va dirigida a toda la humanidad. Los principios de la DSI se pueden entender y practicar también por los no creyentes, son principios universales.

La Iglesia tiene el deber y el derecho de evangelizar proponiendo su visión social y política. ¡Atención! La Iglesia no son solo la Conferencia Episcopal y los curas y las monjas, somos todos los cristianos. Todos tenemos que evangelizar en nuestras relaciones sociales: familia, amigos, trabajo, vecinos, etc. Con coherencia: haciendo lo que predicamos. El anuncio del Evangelio no es solo para escucharlo, sino también para ponerlo en práctica.  (Mt 7: 15-20 “Por sus obras los conoceréis”)

El fin propio de la DSI es promover la acción social de los católicos, es impulso orientador para la vida diaria. Es su derecho y su obligación de evangelizar en todos los ámbitos sociales: Trabajo, empresa, finanzas, comercio, política, jurisprudencia, cultura, medios de comunicación social, etc.

En el terreno de la economía, nos dice que ésta debe estar al servicio del hombre integral (en todas sus dimensiones; corporal y espiritual), teniendo en cuenta sus necesidades materiales y sus exigencias intelectuales, morales, espirituales y religiosas.

Defiende clarísimamente la propiedad privada, pero manifiesta que el desarrollo no puede quedar en manos de unos pocos o de grupos económicamente poderosos en exceso.

La actividad económica tiene que estar ordenada a la consecución del bien común y esto es responsabilidad de la comunidad política.


La ganancia es útil si va dirigida y orientada al bien común. El objetivo exclusivo del beneficio cuando es obtenido mal y sin el bien común como fin último corre el riesgo de destruir riqueza y crear pobreza.

San Juan Pablo II es el que realmente profundiza en el tema de la solidaridad. Se da cuenta de que los avances económicos no han beneficiado a la humanidad. Nos hemos centrado en los aspectos puramente materiales y nos hemos olvidado de las necesidades intelectuales y espirituales de las personas.

En este sentido, habla del Nuevo Orden Mundial y declara con rotundidad que ataca a la dignidad de la persona conculcando derechos fundamentales como son el derecho a la vida, integridad corporal, derecho al culto divino, derechos familiares, derecho de los padres a la educación de sus hijos, derecho a la propiedad privada, etc.

Nos habla también de las ‘estructuras de pecado’, refiriéndose a toda organización, pública o privada, que atenta contra la dignidad de las personas y sus derechos, ej: las redes del narcotráfico.

Haz con el prójimo lo que quieres que hagan contigo; activo, no pasivo.

La verdad es Dios. La búsqueda de la verdad es lo que da sentido a nuestras vidas. La posverdad y el relativismo son dos grandes enemigos de la verdad. Ambos alteran el conocimiento de la verdad, no la verdad misma, porque la verdad no se puede alterar, la verdad es una y no se puede modificar.

La posverdad es la distorsión deliberada de una realidad, manipulando creencias y emociones con el objetivo de influir en la opinión pública y en las actitudes sociales. Muy utilizada por los políticos, especialmente por algunos.

El relativismo es una corriente filosófica que niega que exista la verdad, hay tantas verdades como personas, según las creencias de cada uno. Lo mismo pasa con el bien y el mal, no existen, dependen de lo que piense cada uno.

La verdad os hará libres (Juan 8 31-38). Dios nos ha hecho totalmente libres para que hagamos lo que queramos, pero también nos ha dado la Ley Natural para que podamos distinguir entre el bien y el mal. Cualquier hombre, creyente o no, puede discernir entre el bien y el mal. El hombre por su libre arbitrio dispone de sí mismo; puede hacerlo en sentido positivo o en sentido destructor. La elección del mal es la esclavitud del pecado.

La subsidiaridad es el principio que debe establecer la relación adecuada entre la esfera de lo público y lo privado. Obliga a la instancia superior a no suplir a otra categoría inferior, salvo que se manifieste una clara incapacidad para llevar a cabo una acción.

Existe una concepción fuertemente arraigada de que la educación es un servicio público, es decir, una prestación que debe prestar el Estado a todos los ciudadanos. El Estado no es el educador, sino el que debe garantizar la educación. El Estado es un servidor público, tiene que apoyar y ayudar a las instancias menores, pero jamás suplantarlas.

La educación es un gasto público necesario para la efectividad de un derecho fundamental y no una concesión graciosa del Estado.

En definitiva, el principio de subsidiariedad que establece la DSI tiene por objetivo que todo lo que pueda ser gestionado por la iniciativa privada pueda ser apoyado por la esfera pública, pero no sustituido ni suplantado.

A nivel internacional son muchos los ejemplos en los que no se respeta el principio de subsidiariedad. En el plano mundial podemos citar como ejemplo más palpable la ONU. A través de diferentes proyectos dicta instrucciones inmiscuyéndose de plano en temas que son competencia de los países. Las Conferencia de Población y la Agenda 2030, por citar algunos, son dos proyectos de marcado carácter anticristiano.

A nivel más local, tenemos el ejemplo de Europa. El Parlamento Europeo legisla continuamente invadiendo competencias de los países miembros. Si alguien protesta, inmediatamente es castigado retirándole las suculentas subvenciones que nutren sus arcas con nuestro dinero.

Esto son cuatro pinceladas de lo que es la DSI. Obviamente su contenido es infinitamente más rico y profundo. El Compendio en sí, no contiene todos los documentos que conforman la Doctrina Social de la Iglesia, sería muy farragoso, pero los cita continuamente, de forma que, si te interesa alguno te lo puedes bajar por internet. El Compendio también lo tenéis en internet.

Merece la pena conocerlo, aplicarlo y tenerlo como libro de consulta junto con la Biblia y el Catecismo.

José Ignacio Echegaray – Colaborador de la Asociación Enraizados