La fuerza del saber y la belleza de arriesgar

Piensa en grande y actúa en pequeño

Hace un par de semanas pude reunirme nuevamente con un amigo español, profesor y experto en innovación. Lo conocí hace tres años cuando tuve la suerte de estar bajo sus orientaciones en el diseño de un proyecto de innovación. Esto nos dio ocasión de iniciar una amistad que hemos mantenido desde entonces. Debería agregar que no es nada difícil cultivar la amistad con él.  Además de ser una profesional muy perspicaz con comentarios agudos y acertados, es sumamente educado; tiene una personalidad muy bien trabajada y posee una sensibilidad hacia los ideales sociales. Realmente, entusiasma conversar con él.

Casi al final de nuestra reunión, la conversación se dirigió de modo espontáneo a la apreciación del nivel profesional de los directivos de empresas del país. Fue entonces cuando le comenté que cierta experiencia personal me llevaba a considerar que en nuestro medio había varias falencias. En concreto, que varios de ellos no profundizaban en sus tareas. Que estaban acostumbrados a ganar muy bien, pero con poco esfuerzo personal. Y que esto llevaba a que en el contexto de varias empresas y sectores empresariales hubiera problemas no resueltos, flotando en el aire, a pesar del paso del tiempo.

Mi amigo es una persona volcada en la innovación: en lo personal, vive así. Y además, constantemente va retando a los directivos con una inquietante cuestión: “Imagínate que estamos tres años después, y que tu empresa, en ese momento, ha quebrado. Podrías decirme, ¿qué piensas, tú, ahora, que podría haber hecho que tu empresa quiebre?” Pues bien, este experto me refirió su experiencia personal. A él le llamaba la atención el tiempo que los directivos locales se tomaban para decidir. Y esto, continuaba -tomando referencia del comentario que le había hecho sobre lo bien pagados que estaban algunos directivos- podía deberse al miedo a arriesgar. El razonamiento no es difícil: si las cosas no salieran bien, se perdería el statu quo.

Llegados a este nivel, nuestros aprendizajes sobre problemas en la Alta Dirección empresarial serían: una falta de profundidad y el miedo a arriesgar. Pero pienso que no basta con llegar al diagnóstico para concluir este pequeño ensayo: profundizar y arriesgar también significaría plantear algunas alternativas.


Si deseamos que dichas alternativas sean realmente eficaces, pienso que deberíamos plantearlas en el nivel personal; es decir, al estilo de los cuestionamientos éticos: que uno se hace a sí mismo, y que no proceden de una exigencia externa, que viene para los niños y las mascotas, pero no para personas humanas adultas. Es necesario que cada uno se enfrente con su propia realidad; reconozca las fortalezas y debilidades que tiene, y se proponga un pequeño plan de trabajo. Si hacemos esto, y uno se da cuenta en el proceso que requiere una ayuda externa, estoy seguro de que la buscará. Y si uno es capaz de hacerse ese plan de objetivos, metas y actividades y actuar en esta dirección por sí solo, sin duda sacará dicho plan adelante.

Solo un par de sugerencias más. De un lado, sin claridad conceptual es muy difícil tener criterios y pensar alternativas adecuadas para los problemas y cuestiones que no están resueltos. Es necesario resolver previamente las dudas personales que se tengan. Al chofer de un vehículo se le puede pasar no saber quién descubrió América; incluso, no saber cambiar una llanta; pero lo que él mismo no puede disculparse es no saber que a un motor de gasolina no se le puede echar petróleo. Sin claridad conceptual no se puede decidir, ni innovar.

Y de otro lado, tomar riesgos es la actitud propia del directivo de una empresa. Sin arriesgar no hay descubrimientos. Todos los innovadores han arriesgado: lo hicieron Cristóbal Colón, Henry Ford, Isaac Newton y muchos en el sector empresarial. Hay que aprender a tomar riesgos. Y como tomar riesgos es una actitud que se construye con la experiencia, un buen camino de aprendizaje es hacerlo en dimensiones acotadas. Por eso, para terminar uso otra de las frases de mi amigo, el experto en innovación: “piensa en grande y actúa en pequeño”.