La Paz de Pacem in Terris

Sin lugar para la piratería

Ropa, relojes, perfumes, bolsos, joyería, electrónicos, accesorios… todo puede conseguirse hoy en calidad original o en versiones más baratas, de calidad dudosa pero buena apariencia, al menos por un tiempo. ¿Será acaso que esta forma de pensar y de vivir, de decidir y de invertir ha llegado también al espacio de los bienes intangibles y los valores trascendentes? Porque mientras usar una playera de marca imitación es problemático por la forma en la que esto afecta a diseñadores, trabajadores y dueños de derechos de marca; optar por un electrónico de imitación aumenta a todo ello el riesgo de bajos controles de seguridad, sobrecalentamiento, mal funcionamiento y hasta explosiones; y las consecuencias serían terribles si optamos por abrazar valores de imitación. Hoy, en particular, pienso en la paz social.

En Juan 14[1], el Señor Jesús nos promete la paz y aclara, de forma provocadora, que quiere dárnosla “no como la da el mundo”. Esta promesa ha pasado a nuestra liturgia y la escuchamos en cada eucaristía. ¿Cómo será entonces la paz que da el mundo? Y ¿Cómo será la que quiere darnos el Señor Jesús? Llamados como estamos a ser hombres y mujeres de paz, los cristianos necesitamos ser capaces de reconocer la paz auténtica y no conformarnos con apariencias e imitaciones, tan comunes en nuestros días. Pues bien, en esta labor, el Papa Juan XXIII y su Pacem in Terris pueden ofrecernos una guía invaluable.

En su encíclica de 1963, el Papa Bueno nos habla de la paz social abunda en sus características y distintivos. Esta paz, que los cristianos debemos reconocer, apreciar, abrazar, construir y posibilitar es la que queremos enmarcar ahora.

El Santo Padre habla de la paz en la tierra como “La suprema aspiración de toda la humanidad a través de la historia”[2], reconoce que al avance de la ciencia y la tecnología son caminos para el descubrimiento de la grandeza de Dios y establece también que este reconocimiento de Dios y el orden por él establecido y de la dignidad propia de cada ser humano, han de ser las bases de la paz verdadera.

Campeón de la Justicia Social como fue, Juan XXIII hable de la propiedad privada y el respeto a la misma como surgidas de la naturaleza misma del hombre[3] y como camino para el aumento de la paz y la prosperidad de cualquier estado.

Por otro lado, el Papa aborda también el asunto de la carrera armamentística, viendo con ojos críticos la postura que establece la paz como posible solamente en tanto que todas las potencias cuenten con armamento de capacidades destructivas similares[4]; una paz construida precariamente sobre el miedo al daño que podemos hacernos unos a otros. Esta “paz” es, según el documento, nada más que perpetuo temor. “La Justicia, la recta razón y el sentido de la dignidad humana” continúa el Papa “exigen urgentemente que cese ya la carrera de armamentos”[5] y que se avance en unidad hasta llegar a desarmes simultáneos con las necesarias garantías.

La paz social verdadera tal como se describe en Pacem in Terris, existe no como fruto del equilibrio entre armamentos o capacidades de destrucción, sino como resultado de una confianza mutua[6]. El texto dista mucho de ser utópico o ingenuo, al contrario, reconoce los retos que la paz social exige y la dificultad de alcanzar la condiciones que requiere al tiempo que reconoce el profundo anhelo de cada ser humano por esta paz auténtica y a Cristo como autor mismo de la Paz.

Reconociendo el papel de las Naciones Unidas en este cometido, la encíclica habla del establecimiento de un nuevo sistema de relaciones humanas[7] como fundamento de la consolidación de una paz verdadera. Un sistema de relaciones humanas que nace del interior de cada hombre pues no puede haber una paz social mientras no haya primero paz en el interior de cada persona[8]

Haciendo balance de la importancia y necesidad del cometido, y de la dificultad y complejidad de los caminos para lograrlo, el texto termina por recordarnos la necesidad de orar por la paz; por una paz que no sea palabra vacía sino que se “funde sobre el orden (…) basado en la verdad, establecido con las normas de la justicia, sustentado y henchido por la caridad y, finalmente, realizado bajo los auspicios de la libertad”[9].

Desde esta ciudad de Belén, en que nació el príncipe de la Paz, pero que hoy vive bajo ocupación militar y constante amenaza de violencia, deseo y oro sinceramente para que más y más cristianos abramos nuestro corazón a la comprensión plena de la paz social con la que soñó San Juan XXIII y encontremos, inspirados por el espíritu Santo, formas de convertir nuestra vida y nuestras luchas en caminos hacia esa paz que no acepta imitaciones.

Alejandro González Cerna FSC – Profesor de la Universidad de Belén- Colaborador de la Academia Latinoamericana de Líderes Católicos


[1] Jn. 14,27

[2] PT1

[3] PT21

[4] PT110

[5] PT111

[6] PT113

[7] PT163

[8] PT164

[9] PT167