«Aunque cuesta, Señor, mi vida es tuya»

No es fácil decir sí a Dios 

Jorman se quedó solo en Venezuela, después de que sus hermanas y sus padres partieran para Colombia. Pero, antes de su partida y con amor infinito, sus padres pasaron con él una última Navidad. También le acompañaron cuando ingresó en el Seminario propedéutico de la diócesis de Cabimas. Jorman Rafael Cáceres tenía entonces 22 años y fue recibido con los brazos abiertos en el seminario de su diócesis. 

Jorman es el único hijo varón de su familia, el menor de tres hermanas. Sus padres habían decidido emigrar a Colombia, cuando les sorprendió su intención de ingresar en el seminario para ser sacerdote. Ellos le dijeron que, sí él se quedaba en Venezuela, ellos también permanecerían en el país. «Pero yo les dije que lo mejor era que se reunieran con mis hermanas en Colombia, porque atravesaban una situación económica delicada».

No es fácil decir sí a Dios 

Su familia está ahora muy orgullosa de él. Son católicos y, aunque al principio les supuso una sorpresa, le apoyaron en su decisión, convencidos de que decir sí a Dios, no es una respuesta fácil. Pero Jorman no siempre lo había tenido tan claro.

Hasta entrar en el seminario, pasó por varias etapas. Su proceso vocacional fue progresivo. Comenzó de pequeño, cuando participaba en las obras pontificias de su país, en Infancia Misionera. En sus años de juventud se comprometió en Joven Misión, donde fue el coordinador diocesano en la pastoral de jóvenes.

En Joven Misión, sentía que Dios le quería para servirle, para dejar todo por Él, pero no quería escuchar su voz. Así que, para ahogar la voz de Dios, prefirió conocer a algunas chicas, algo así como ir de novia en novia. Hasta que a una de ellas le compartió su inquietud de entrar en el seminario. Si no era lo suyo, volverían juntos. Ella le apoyó sin condiciones, un gesto muy importante para Jorman.

Los efectos de la pandemia 

Durante la pandemia, la voz de Dios retumbó con más presencia en su corazón. «La quietud en mi casa, con mi familia, me provocó inquietud por dentro. Había dejado atrás la vorágine de mi vida y tenía tiempo y calma para escuchar a Dios. Fue entonces cuando me decidí a empezar mi proceso vocacional de manera online».

Después, durante una convivencia vocacional, repetía continuamente que se hiciera la voluntad de Dios: «Te he evitado mucho, Señor, pero aunque cueste mi vida es tuya». Fue una etapa de ciertas dudas que se disiparon cuando el rector del seminario le preguntó si finalmente quería formarse como seminarista. «Dije que sí, y me imaginé el sí de María. Entonces, toda la tierra se pausó, hubo un silencio total a mí alrededor».

«Sólo cuento con tus fuerzas» 

El primer año de seminario fue muy duro. Le asaltaban la tristeza y las dudas. Estaba muy cansado y sentía muy lejos a su familia. En una Hora Santa se rindió ante Dios: «que se haga tu Voluntad, no tengo fuerzas, sólo cuento con las tuyas». Pidió una señal. Necesitaba saber si realmente Dios quería que fuera sacerdote.


A los pocos días, el Vicario General de la diócesis le comentó: «El obispo te ha elegido para que vayas a estudiar ala Universidad de Navarra y alojarte en el Seminario Bidasoa en España». Y en ese momento, la luz borró su angustia. Se quedó en shock. «No me veía con capacidades para estudiar en España, pero me vino a la mente que esta era la señal que le había pedido a Dios. Así que acepté».

El sueño de Dios 

Ahora, con 25 años, se encuentra en el Seminario Internacional Bidasoa cumpliendo su sueño y «el sueño que Dios tiene para mí. Dios tiene sueños para cada uno y nosotros solo los tenemos que aceptar y recibir».

Está convencido de que su sí a Dios y la formación integral que está recibiendo en Pamplona, contribuirán a ayudar a las gentes de Venezuela. «En mi país, la Iglesia Católica está mediando como canal de diálogo ante la polarización del pueblo y de las instituciones. Pero, sobre todo, con la pastoral social y acompañando a los fieles para que no se vean desamparados en sus luchas».

Los sacerdotes del siglo XXI

Y es que, los jóvenes sacerdotes del siglo XXI tienen una misión muy concreta, cada uno en su destino. Para Jorman, deben ser «creativos e ingeniosos, con muy buena formación doctrinal y con una profunda vida interior» que sea capaz de transmitir con nuevos métodos y formas lo que han recibido.

«Creo que las principales dificultades de un sacerdote en la actualidad radican en encontrar formas efectivas de conectarse con las personas en una sociedad cada vez más secularizada y digitalizada».

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