Cardenal Arizmendi: Sínodo y puntos delicados

En vez de sólo juzgar a las personas que parecen llevar una vida contraria a nuestra fe, hemos de aprender a respetarles, comprender sus motivaciones, darles afecto cordial, incluirles en lo que sea posible y ofrecerles el mensaje liberador y plenificante de Jesucristo

El cardenal Felipe Arizmendi, obispo emérito de San Cristóbal de Las Casas y responsable de la Doctrina de la Fe en la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), ofrece a los lectores de Exaudi su artículo semanal titulado “Sínodo y puntos delicados”.

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MIRAR

Antes y durante la reciente primera asamblea del Sínodo de los Obispos, algunos tenían la inquietud de que se podrían cambiar la doctrina y la moral tradicional que hemos sostenido en la Iglesia Católica. Alguien me hizo llegar el librito El proceso sinodal, una caja de pandora, en que se cuestionan muchos de los puntos que son de por sí controvertidos, pero asegurando que se pretendía formar otra Iglesia, diferente a la querida por Jesús. Incluso, algunos hermanos cardenales plantearon al Papa sus dudas en la misma dirección, acusándolo casi de hereje.

Además del asunto sobre el diaconado femenino, del que traté en mi artículo anterior, hay puntos delicados sobre los que se discute mucho, y se imaginaban que todo cambiaría; por ejemplo, la aceptación indiscrimada de los homosexuales, la comunión a divorciados vueltos a casar, etc. Sobre estos temas, ya el Magisterio de la Iglesia se ha pronunciado, pero siguen dudando de la fidelidad a la Palabra de Dios y a la santa Tradición.

El Papa ha insistido de muchas formas que nuestro único camino es Jesucristo, y que de él hemos de aprender cómo ser Iglesia: más centrada en Jesús, más adoradora del Padre, más conducida por el Espíritu, y por ello mismo más samaritana, más misericordiosa, más cercana a las personas, independiente de su condición moral, pues Jesús vino por los pecadores, no por los que se creen santos; esto sin perder la fidelidad a la Verdad del Evangelio. Quien se encuentra con Jesús, se transforma. No se legitima el pecado, pero se ama a las personas. Por cierto, armonizar verdad y amor es una tarea que ya abordó el Papa Benedicto XVI en su encíclica Caritas in veritate (29-VI-2009).

¿Qué se dijo sobre algunos de estos puntos? Transcribo literalmente lo que me parece más sobresaliente:

DISCERNIR

En el apartado Discernimiento eclesial y preguntas abiertas, se dijo:


Convergencias en que todos estuvieron de acuerdo:

  1. “Libertad a la hora de expresar los propios puntos de vista y escuchar al otro. Así se evita pasar demasiado deprisa a un debate basado en la reiteración de los propios argumentos, lo que no deja espacio ni tiempo para tomar conciencia de las razones del otro.
  2. Esta actitud básica crea un contexto favorable para ahondar en temas también controvertidos dentro de la Iglesia.
  3. Es necesario integrar, a la luz de la Palabra de Dios y del Magisterio, una base informativa más amplia y un componente reflexivo más articulado. Hay que inculcar la confrontación con el punto de vista de las ciencias humanas y sociales, la reflexión filosófica y la elaboración teológica.
  4. Entre los temas sobre los que es importante seguir reflexionando está el de la relación entre amor y verdad.
  5. Las páginas del Evangelio muestran que Jesús sale al encuentro de las personas en la singularidad de su historia y de su situación. Nunca parte de prejuicios o etiquetas, sino de una relación auténtica en la que se implica de todo corazón, aun a costa de exponerse a la incomprensión y al rechazo. Jesús escucha siempre el grito de socorro de los necesitados, incluso cuando permanece inexpresado; realiza gestos que transmiten amor y devuelven la confianza; hace posible con su presencia una vida nueva: quien se encuentra con Él sale transformado. Esto sucede porque la verdad de la que Jesús es portador no es una idea, sino la presencia misma de Dios entre nosotros; y el amor con el que actúa no es sólo un sentimiento, sino la justicia del Reino que cambia la historia.
  6. La dificultad que encontramos para traducir esta límpida visión evangélica en opciones pastorales es un signo de nuestra incapacidad para estar a la altura del Evangelio y nos recuerda que no podemos apoyar a los necesitados si no es a través de nuestra propia conversión, tanto personal como comunitaria. Si utilizamos la doctrina con dureza y con una actitud sentenciosa, traicionamos el Evangelio; si practicamos una misericordia barata, no transmitimos el amor de Dios. La unidad de verdad y amor implica asumir las dificultades del otro hasta hacerlas propias, como sucede entre verdaderos hermanos. Esta unidad sólo puede lograrse siguiendo pacientemente el camino del acompañamiento.
  7. Algunas cuestiones, como las relacionadas con la identidad de género y la orientación sexual, el final de la vida, las situaciones matrimoniales difíciles y las cuestiones éticas relacionadas con la inteligencia artificial, son controvertidas no sólo en la sociedad, sino también en la Iglesia, porque plantean nuevos interrogantes. Es importante tomarse el tiempo necesario para esta reflexión e invertir en ella nuestras mejores energías, sin ceder a juicios simplificadores que hieren a las personas y al Cuerpo de la Iglesia. El comportamiento de Jesús, asimilado en la oración y en la conversión del corazón, nos indica el camino a seguir.

Cuestiones que deben abordarse y analizarse:

  1. Reconocemos la necesidad de continuar la reflexión eclesial sobre el entrelazamiento original de amor y verdad testimoniado por Jesús, con vistas a una praxis eclesial que honre su inspiración.
  2. La sinodalidad en este ámbito se expresa como disposición a pensar juntos al servicio de la misión, en diversidad de enfoques, pero en armonía de propósitos.

Propuestas:

  1. Proponemos promover iniciativas que permitan un discernimiento compartido sobre cuestiones doctrinales, pastorales y éticas controvertidas, a la luz de la Palabra de Dios, de la enseñanza de la Iglesia y de la reflexión teológica, y valorizando la experiencia sinodal.

En el apartado por una Iglesia que escucha y acompaña, se dijo:

“Las personas que se sienten marginadas o excluidas de la Iglesia por su situación matrimonial, su identidad y su sexualidad, también piden ser escuchadas y acompañadas, y que se defienda su dignidad. En la Asamblea se percibió un profundo sentimiento de amor, misericordia y compasión hacia las personas que son o se sienten heridas o desatendidas por la Iglesia, que desean un lugar al que volver ´a casa´ y donde sentirse seguras, escuchadas y respetadas, sin miedo a sentirse juzgadas. Escuchar es un requisito previo para caminar juntos en busca de la voluntad de Dios. La Asamblea reafirma que los cristianos no pueden faltar al respeto a la dignidad de ninguna persona.

Escuchar exige una aceptación incondicional. Esto no significa abdicar de la claridad a la hora de presentar el mensaje de salvación del Evangelio, ni respaldar ninguna opinión o postura.

ACTUAR

En vez de sólo juzgar, condenar, rechazar y excluir a las personas que parecen llevar una vida contraria a nuestra fe, hemos de aprender a respetarles, comprender sus motivaciones, darles afecto cordial, incluirles en lo que sea posible y ofrecerles el mensaje liberador y plenificante de Jesucristo. El nos transforma, porque nos ama.