Conflicto Árabe-Israelí

Consciente de que intentar una negociación de paz es prácticamente imposible, pero hay que intentarlo

La gravísima situación por la que está atravesando el Oriente Próximo, como no podía ser de otro modo, ha revolucionado al mundo entero por las posibles repercusiones que pudieran tener en otros ámbitos geográficos, o a nivel mundial.

En los medios de comunicación hay comentarios y opiniones para todos los gustos. Obviamente, no leo ni veo, ni escucho todos los medios; es imposible. Digo esto porque no sé si en algún momento alguien ha analizado la situación con una perspectiva histórica. Supongo que sí, pero yo no lo he oído.

El conflicto árabe-israelí no ha surgido ahora, tiene más de un siglo, podríamos fijar el inicio del conflicto en el año 1896, cuando la Organización Sionista Mundial, fundada por Theodor Herzl, en su primer congreso mundial “instó al establecimiento de un hogar para el pueblo judío en Palestina garantizado por el derecho público”.

A raíz de este acontecimiento comienza la migración de judíos, dispersos por todo el mundo, a Palestina con el objetivo de crear y establecer allí su patria. Inicialmente, esta migración se hace muy poco a poco. Es después de la primera guerra mundial, cuando Inglaterra y Francia se reparten el Imperio Otomano, cuando la llegada de judíos a esas tierras se incrementa notablemente.

La presencia, cada vez más numerosa de judíos que se instalan en la zona, provoca una reacción por parte de sus habitantes que se sienten invadidos por un pueblo que no quiere, simplemente, asentarse allí, sino que su pretensión es crear un nuevo país donde ya hay unos residentes.

Esa es la situación que ha originado las sucesivas guerras entre árabes e israelitas.

El 29 de noviembre de 1947 la Resolución 181 de la Asamblea General de Naciones Unidas, establece la partición de Palestina en un Estado Judío y un Estado Árabe. Al Estado Judío se le asignan 14.000 Km. Cuadrados y al Estado Árabe 11.500 Km. Cuadrados.

Los árabes no aceptan que se les expulse de algunos de los territorios que ellos habitaban desde hacia siglos y tampoco que se les asigne menos terreno que a los judíos.

El 15 de mayo de 1948, el mismo día en que finalizó el mandato británico de Palestina, fue proclamado, unilateralmente, el Estado de Israel. Dos días después comienza la primera guerra árabe-israelí. Desde entonces las guerras y los conflictos puntuales se han ido sucediendo sin solución. Todas las guerras las ha ganado Israel.

En mi opinión, no es posible entender este conflicto sin conocer, aunque sea mínimamente, los antecedentes históricos.


En la situación actual yo distingo tres grupos dentro del mundo árabe:

  1. Hamás. Es un grupo terrorista puro y duro y, como tal tiene que ser combatido y condenado.
  2. La Yihad islámica. Vale lo dicho para Hamás
  3. El pueblo palestino que quiere vivir en paz y, por tanto, no se siente representado ni por Hamás ni por La Yihad.

Israel tiene el mejor servicio de inteligencia del mundo, de hecho, vende inteligencia a muchos países. Estoy seguro de que sabe qué es lo que hay que hacer para acabar con Hamás. Que lo haga y que no haga pagar a la población palestina por unos atentados terroristas que no ha cometido.

Hay un signo que deja patente el sometimiento de los palestinos a Israel. Israel tiene la llave del agua y de la electricidad de Gaza.

Por supuesto que condeno radical y rotundamente los atentados terroristas de Hamás, pero eso no justifica lo que se está haciendo con los palestinos de Gaza. No apelo a las normas internacionales sobre la guerra, que las hay, apelo a un sentido de respeto a la dignidad de las personas y al bien común.

Quiero aclarar que mi postura en absoluto es ideológica, es moral; defiendo la dignidad de la persona, poco me importan las ideas políticas. Dicho esto, dejo meridianamente claro que no estoy alineado con ninguna tendencia política en este tema.

Un conflicto que dura tantos años ha alimentado odios e inquinas por ambas partes, lo que hace muy difícil llegar a una solución pactada. Continuar como siempre supone seguir con el conflicto, las guerras y el terrorismo indefinidamente. Soy consciente de que intentar una negociación de paz es prácticamente imposible, pero hay que intentarlo. A lo mejor estamos hablando de unas negociaciones que durarán mucho tiempo, pero merece la pena porque no hay otro camino.

Desde luego, esto no se arregla reconociendo dos Estados. Es parte de la solución, pero el tema es de muy hondo calado. Los organismos internacionales deberían mediar con la máxima objetividad, cosa que no ha ocurrido hasta ahora.

Siempre nos queda rezar y pedirle al Señor que les ilumine.

José Ignacio Echegaray, colaborador de Asociación Enraizados