El católico ante las elecciones

Una gran responsabilidad

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Este trabajo va dirigido a los católicos y a todas aquellas personas de buena voluntad que, aun siendo agnósticos o ateos, creen que existe el bien y el mal, que éstos no son conceptos relativos a los que se llega por consenso y, por tanto, sometidos a los vaivenes políticos, sino que emanan de la Ley Natural que todos llevamos inscrita en lo más profundo de nuestro ser.

Estamos viviendo desde hace unos meses en una permanente campaña electoral que va a continuar algunas semanas más, hasta el 23 de julio próximo. Desde mi punto de vista esta campaña se diferencia de las anteriores porque en ella se va a debatir sobre temas que en aquellas se dieron por cerrados. Se va a debatir sobre las leyes de género, sobre las leyes de memoria democrática, sobre el fanatismo del cambio climático, de las políticas de inmigración, y con menor intensidad desgraciadamente, sobre el aborto y la eutanasia. Intuyo que va a ser una campaña con mucho ruido, en la que el PSOE coreado por sus medios y tertulianos afines tratará de presentarlas como avances de nuestra sociedad en derechos y libertades. Detrás del PSOE a corta distancia, le sigue el PP, consolidando estas políticas, porque a pesar de su anuncio de derogar alguna de estas leyes, lo cierto es que, en donde gobierna no lo hace. ¿Le podemos creer?

Desde Enraizados queremos aportar alguna luz para que, sobre todo los católicos, pero también aquellas personas de buena voluntad a las que me he referido antes puedan tener criterio y discernir, basándose en la Doctrina social de la Iglesia y optar por aquellas opciones políticas acordes con su fe. La Doctrina social de la Iglesia hunde sus raíces en las Sagradas Escrituras, de un modo muy particular en los Evangelios de Jesús, en la Tradición de la Iglesia y en la Ley Natural, que de algún modo inspiró también la Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en París, el 10 de diciembre de 1948, ratificados hoy por 192 países. San Juan XXIII en la encíclica “Pacem in Terris” se congratula de esta Declaración refiriéndose a ella como “el argumento decisivo de la misión de la ONU” (Pacem in terris – 143)

Veamos, en primer lugar, los principios en los que está basada la Doctrina social de la Iglesia y, a partir de ellos analizaremos las distintas leyes mencionadas, de modo que los católicos tengamos criterio y argumentos para elegir correctamente la opción política acorde con nuestra fe.

Principio de la Dignidad humana. El ser humano es único entre todas las criaturas que habitan la Tierra. Para nosotros los católicos, creado a imagen y semejanza de Dios, en el que se manifiestan dos dimensiones: la corporal y la espiritual (que no debemos confundir con su religiosidad), inseparables y relacionadas íntimamente entre sí, base de la antropología cristiana. Por ello, los seres humanos son acreedores de una serie de derechos que no pueden ser conculcados por ninguna institución, Estado o persona. Parte de estos derechos están recogidos en la Declaración de la ONU y nos pueden servir como base para el análisis que pretendemos hacer y también para ese diálogo con otras personas, aunque no tengan nuestra fe.

Principio del Bien Común. Es raro oír hablar a nuestros políticos de él, más bien se refieren al Estado del Bien Estar que, en general, sólo toma en cuenta las necesidades físicas de las personas, obviando las espirituales. El Bien Común también debe contemplar las necesidades espirituales de las personas porque su desarrollo integral no es posible de otro modo, ya que cuando a la persona se la reduce a una única dimensión, la corporal, estamos formando seres humanos débiles, inseguros, manipulables, incapacitados para ser felices.

La Doctrina Social de la Iglesia considera el Bien Común como el conjunto de condiciones establecidas en una sociedad que permitan que la persona humana pueda desarrollarse en su integralidad, corporal y espiritual. Ello exige de los gobiernos y las instituciones que sus leyes y actuaciones faciliten este desarrollo personal de todos y cada uno de sus individuos. Es decir, que todos tengan reconocidos y puedan disfrutar de sus derechos. También obliga a todos y cada uno de los individuos a trabajar por el Bien Común y, en ningún caso, interferirlo

El principio de Subsidiaridad. El ser humano es por su naturaleza sociable, nace en sociedad, necesita de ella para sobrevivir y para poder alcanzar los fines que se proponga, de ahí que sean muchos los tipos de asociaciones: culturales, deportivas, religiosas, benéficas, gastronómicas, etc., siendo la más importante la familia. Este principio de Subsidiaridad lo presenta la Iglesia como aquel por el cuál ninguna sociedad de orden superior debe interferir ni apropiarse de los fines de una sociedad de orden inferior, teniendo la obligación de “subsidiarla” en caso de necesidad. Fue Pio XI quién habló por primera vez de este principio en su encíclica (Cuadragésimo anno – 79)

Este principio exige de las instituciones y del Estado, no sólo que no interfieran en las sociedades de orden inferior, sino que las promuevan, defiendan y ayuden, sean del tipo que sean, siempre que no atenten contra la libertad de los demás ni perturben la convivencia.

Este principio fue adoptado más tarde por la Unión Europea.

(Tratado de la Unión Europea – Art. 5-3)

El principio de Solidaridad. La Doctrina Social de la Iglesia se refiere a él, no como ese acto de generosidad que, en un momento determinado, ante una catástrofe, manifestamos acudiendo en ayuda de las personas que nos necesitan. La Iglesia va más allá, San Juan Pablo II en su encíclica Sollicitudo rei socialis, nos dice que la solidaridad no es un sentimiento, sino la determinación firme y perseverante de trabajar por el bien común:

Esta determinación firme y decidida debe extenderse más allá de nuestras propias fronteras. En un mundo globalizado y fuertemente interconectado, la interdependencia se hace muy patente, lo cual obliga a Estados, instituciones, empresas y a todos nosotros a practicar esta Solidaridad sin tener en cuenta las condiciones de los otros países ni la distancia que nos separa.

Los valores. La Iglesia propone lo siguientes valores que complementan y debemos tener en cuenta en la aplicación de los principios. Los cuatro valores fundamentales, para la Doctrina social de la Iglesia son:

La verdad. Para nosotros, los católicos, la verdad absoluta es Dios y nuestra vida ha de estar encaminada a ir descubriéndola día a día, sabiendo que nunca llegaremos a su conocimiento pleno en esta vida. Esa búsqueda de la verdad debe darse en todos los campos: el científico, el social, en la familia, en la política, etc. y ha de presidir todos nuestros actos

La libertad. Es uno de nuestros derechos fundamentales, debemos exigirla y practicarla, teniendo en cuenta que hemos de vivir en sociedad con nuestros semejantes. Nadie tiene el derecho de menoscabarla, ni el Estado, ni las instituciones ni otras personas. Los católicos debemos de usarla en busca de la verdad, que es lo que realmente nos hará libres


La justicia. Ha de ser igual para todos, sin distinción alguna entre las personas, pero nosotros sabemos que la justicia emanada de las leyes de las personas no es suficiente y, en ocasiones se dictan leyes injustas, contrarias a estos principios y valores. La justicia, en todo caso es lo mínimo exigible en una sociedad para una convivencia llevadera.

Para una convivencia más plena la justicia emanada de las leyes no es suficiente, necesita el componente del amor y de la aplicación de estor principios y valores para que se transforme en una verdadera Justicia Social.

El amor. Valor que debe adornar a todos los principios y valores que acabamos de ver. Consiste en considerar a nuestros semejantes como a nosotros mismos, como personas individuales, no como seres amorfos incrustados en un determinado grupo, sin e derecho a expresarse por sí mismo. Sin esta consideración difícilmente podremos conseguir una sociedad en la que todos podamos convivir.

A luz de estos principios y valores analicemos las leyes a las que nos referíamos al principio, que más allá de los asuntos económicos, deben condicionar el voto de un católico

Leyes de género. Tratan de destruir la familia tal y como la conocemos, crean una multitud de familias diferentes y las equiparan a la familia tradicional. Adoctrinan a nuestros hijos, deforman sus conciencias, los corrompen y los conducen a caminos muchos de ellos sin retorno, en los que no encontrarán la felicidad y acabarán adocenados, sin criterio propio y por tanto no libres. Leyes basadas en conceptos nada científicos, desoyendo a las personas competentes. Su único sustento es la ideología.

Estas leyes atentan de pleno con la dignidad de la persona ya que la destruyen completamente, Atentan contra el bien común al no permitir el desarrollo en libertad de todas y cada una de las personas. Ignoran el principio de subsidiaridad, porque siendo la familia el entorno ideal para la formación y el desarrollo de los hijos, se la priva de ese derecho. Por supuesto falta a la verdad, a la libertad, a la justicia y carece de todo atisbo de caridad.

Leyes de Memoria democrática. Reescriben las historias a conveniencia de quienes las han dictado y aprobado. Basadas en la mentira, atentan gravemente contra la convivencia y, por tanto, incumpliendo el principio del bien común, imposible de conseguir en una sociedad dividida y enfrentada; falta también a todos los valores: sólo se busca la justicia para una parte de la sociedad, socava la libertad de opinión y de cátedra. Atenta gravemente contra la Iglesia Católica.

Leyes del fanatismo climático. El cambio climático ha sido constante desde la aparición de la Tierra, el clima está en continua evolución, en la historia de la Tierra se han dado: fuertes glaciaciones, la última hace unos 100.000 años, seguidas de periodos cálidos que comenzó hace unos 8000, periodo en el que nos encontramos, salpicado a su vez con episodios fríos como el que se dio en la Alta Edad Media entre los años 400-1000 d.C., a partir de ahí se volvió a dar un período cálido hará el año 1300, en que se alcanzaron temperaturas similares a las actuales. Las causas de los cambios de clima son muy variadas: la actividad solar, cambios en las órbitas terrestres, cambios en las corrientes marinas, la actividad volcánica, emisiones gaseosas a la atmósfera, etc. Ninguna de estas causas se sabe muy bien como influyen, pero es curioso como en épocas en las que la activad humana no emitía a la atmósfera gases, el clima continuaba cambiando.

En cuanto a la influencia del CO2 en la actualidad, no hay unanimidad en la comunidad científica y son más los políticos y sus medios afines los que parecen conocer con precisión aspectos desconocidos desde la ciencia. Suelen adornar sus comentarios con falsedades como la desaparición de los osos polares, o la pérdida de hielo en la Antártida.

Atentan estas leyes al bien común, faltan a la verdad y son profundamente injustas.

Políticas de inmigración. Sin duda un tema complejo. Las víctimas son las personas que llegan a nuestras costas en condiciones lamentables. Victimas en sus países de origen como consecuencia de la brecha existente entre los países ricos y los países subdesarrollados, víctimas de las redes mafiosas que trafican con esos seres humanos, victimas en nuestros propios países que difícilmente pueden acogerlos, dejándolos a su suerte en condiciones casi de esclavitud. Estas políticas atentan contra la dignidad de las personas, contra el bien común, la solidaridad, y no tienen en cuanta los valores a los que nos hemos referidos, particularmente el valor de la caridad.

Las leyes contra la vida. Está claro que desprecian la dignidad de la persona, atentan contra el bien común y no son nada solidarias. Desde el mismo momento de la concepción, una vida comienza su andadura. No es una célula más de la mujer, es un ser humano con su genoma propio. Será un ser humano incluso aunque sea muy mayor y haya dejado de ser “útil” para la sociedad. Nadie tiene derecho a eliminarlo.

Los católicos no podemos pasar por alto estás reflexiones a la hora de emitir nuestro voto. Tenemos una gran responsabilidad.

Javier Espinosa Martínez

Voluntario de Enraizados