El rosario en Ferraz

La oración es nuestra arma más poderosa y sus frutos, sin duda, se verán

Veíamos, hace unos días, como una señora era detenida y esposada por estar rezando el rosario en la calle; se trataba de la calle Ferraz, cerca de la sede del Partido Socialista. La escena, difundida por las redes sociales, es muy ilustrativa y describe perfectamente la desesperación, pero también la calaña, de un Gobierno que se me antoja metido en un laberinto, preso de una confusión, del que no sabe muy bien cómo salir.

La escena de la detención muestra dos caras bien distintas: por un lado, el bochornoso comportamiento del policía, deteniendo y esposando (¿de verdad era necesario?) a la señora, siguiendo, sin duda, instrucciones de sus superiores, el delegado del Gobierno, que a su vez las recibiría del ministro del Interior y, como no, a las órdenes del presidente del Gobierno.

La otra cara de la escena la protagoniza la señora que con toda dignidad y serenidad se deja conducir sin oponer ninguna resistencia: todo un símbolo de lo que supone para nosotros los católicos la oración y muy particularmente, el rosario.

Quisiera profundizar en el significado de cada una de estas facetas.

La actuación de la policía, reprimiendo estas manifestaciones pacíficas, pone de manifiesto el “esperpento” de Gobierno que padecemos, que al tiempo que utiliza la fuerza para amedrentar a manifestantes pacíficos, quiere amnistiar a los violentos que, en Cataluña, quemaron contenedores, cotaron carreteras, asaltaron el aeropuerto e hicieron imposible la convivencia.

Un Gobierno sin criterio, incapaz de gobernar — dedicando todas sus energías a mantenerse en el poder— metido en una espiral de promesas imposibles de cumplir en un país democrático. Un Gobierno, en fin, presidido por una persona que ha perdido toda su credibilidad tanto dentro, como fuera de España y que, de no remediarlo, nos va a conducir a una dictadura digna del Foro de Sao Paulo.

La señora que, por rezar el rosario, es detenida y esposada, nos llena de esperanza y nos muestra el camino. Un camino que sigue recorriéndose cada día con varios ciento de persona, entre ellos muchos jóvenes, que se concentran en el mismo lugar para hacer lo mismo: rezar el rosario. Estoy convencido que esta ola no va a parar.

Esta obsesión por perseguir a los católicos no es nueva.

Desde los inicios de la Edad Contemporánea, con la Revolución Francesa, a los católicos se nos ha tratado de marginar, recluir en las sacristías e incluso eliminar. Ejemplo de ello tenemos ya en los mismos tiempos de la Revolución con los episodio de La Vendée, el primer martirologio de nuestra Edad, ocultado y, por tanto, desconocido para la mayoría de los franceses.

Casi siglo y medio más tarde, siguiendo los mismos patrones que se habían dado en la Revolución Francesa, en México, con la Cristiada, también murieron miles de católicos por defender su fe al grito de ¡Viva Cristo Rey! Otro trozo de la historia borrado del que apenas conocen nada los mexicanos.


En España, unos años después se desató una persecución siguiendo las mismas pautas, también cruenta, contra los católicos, simplemente por el hecho de serlo. Episodio que este Gobierno trata de eliminar de la memoria, ¡qué coincidencia!

Hace unos días se celebró la fiesta de estos mártires.

Esta herencia que nos dejaron nuestros antepasados con su ejemplo y su entrega nos debe servir para no desfallecer. Su sangre no se derramó en vano.

Pero ¿por qué esta obsesión contra los católicos?

Porque somos los únicos, con otros cristianos, que defendemos la igualdad de todas las personas en su dignidad, su libertad, sus derechos: el derecho a la vida, desde su concepción hasta el final de la vida, el derecho a participar en la vida pública, el derecho al bien común que nos permita a todas las personas desarrollarse según su propio proyecto de vida, sea cual sea; que proponemos una solidaridad basada en el amor, la verdad, la justicia y la libertad. En definitiva, proponemos una sociedad de hombres libres, con criterio propio e inmanejables por las ideologías.

Claro, todo esto choca frontalmente con los intereses de los gobiernos, no sólo de España, también con los intereses de casi todos los países de todo el mundo, que tratan de imponer un pensamiento único y crear una humanidad desnaturalizada y sumisa.

Por eso al rezo del rosario en las puertas de los abortorios y ahora en la calle Ferraz, les hace daño y lo prohíben. El rezo del rosario significa, no sólo una protesta contra la ley de amnistía que rompe con la igualdad de las personas y hace impunes los delitos, que acaba con el Estado de Derecho y, por tanto, con el bien común; también es una propuesta para hacer este mundo más humano, más fraterno, más solidario, con una solidaridad basada en el amor.

Este movimiento no debe cesar, la oración es nuestra arma más poderosa y sus frutos, sin duda, se verán.

Javier Espinosa Martinez, colaborador y socio de Enraizados

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