Entre la mirada idealizada de la infancia trans y el influjo de la ideología ‘queer’

20.000 especies de abejas

La cineasta vasca, Estíbaliz Urresola, ha logrado dos premios Goya del cine español, a la mejor dirección novel y al guion original, por su ópera prima 20.000 especies de abejas en la que despliega una mirada idealizada sobre la transexualidad en la infancia bajo el influjo de la ideología ‘queer‘. Esta teoría sociopolítica defiende que la identidad sexual no está determinada por la biología, sino a merced de los sentimientos o de una voluntad coyuntural. El enfoque fílmico conmueve tanto como confunde al mezclar la disforia de género con la curiosidad, el autodescubrimiento o inseguridades naturales que requieren un acompañamiento afectivo y profesional frente al autodiagnóstico, los tratamientos con bloqueadores hormonales o las intervenciones irreversibles.

Ane no puede dormir. Intuye que a su hijo Aitor le pasa algo. “Sé que no estás durmiendo. ¿Has sido tú: sí o no? ¿Te gusta Martina?”. El niño responde a la madre moviendo la cabeza con una negativa. “Si no es eso, ¿entonces qué es? ¿no confías en mí?” La película 20.000 especies de abejas muestra, desde el inicio, su principal punto candente: el secreto que Aitor (Sofía Otero), de apenas ocho años, no quiere desvelar ni siquiera a su madre (Patricia López). La trama del film de la directora vasca, Estíbaliz Urresola, se desarrolla a principios de un verano en el que Ane, en crisis con su esposo Gorka (Martxelo Rubio) y desorientada profesionalmente, regresa en vacaciones a la casa de pueblo familiar, donde viven su madre y una tía, acompañada sólo por sus tres hijos: Arantxa, Eneko y Aitor. El verano se presenta, más allá de lo cronológico, como el tiempo en el que el hijo pequeño, al que todos llaman Cocó, acaba desvelando que no se reconoce en ese nombre, ni como Aitor, ni en la mirada de los demás y que desea llamarse Lucía. El espectador puede intuir que el niño elige ese nombre, tras acudir con su abuela a la iglesia y contarle ésta la historia del martirio de Santa Lucía por combatir la sociedad de su época y despertar los corazones ciegos.

El supuesto anhelo de transición de género de Aitor-Cocó a Lucía se argumenta en la película mediante las dudas e inseguridades en torno a su cuerpo que se avergüenza de mostrar desnudo, preferir la amistad de niñas, así como los vestidos y los bañadores femeninos.  En cualquier caso, pone a prueba unos vínculos familiares superficiales, con muchos secretos, rencillas y asuntos pendientes que se evitan nombrar.

La distancia de Ane con su madre, abuela de Aitor, se hace palpable mediante diálogos tensos e incisivos, cargados de ironía y de reproches. “Vigila cómo llevas a tu hijo que la gente lo confunde con una niña (…) Y ponle límites que ese niño está muy confundido (…) ¡No ves que le consientes todo!”. Ane responde a las advertencias de la madre alegando que Aitor “tiene una sensibilidad especial y sólo está explorando”.

La cinta convierte a los espectadores en testigos de algunos de los asuntos silenciados como las infidelidades del abuelo, un escultor famoso ya fallecido, con sus modelos a las que denominaba “las sílfides”, en alusión a un canon idealizado de delgadez y belleza. Esos cuerpo modélicos e ideales contrastan con la diversidad a la que apunta el propio título del film. Además, la frustración de Ane al no seguir los pasos artísticos de su padre porque creía que su obra no era lo suficientemente buena y el simbolismo en torno a la cría de abejas y a la producción de cera a las que se dedica la tía Lourdes son otros trasuntos de la película con importancia en la trama.

Cuerpos sílfides y cuerpos queer se confrontan, especialmente, en una escena en la que Ane pide a sus hijos que moldeen con cera un autorretrato de sus cuerpos. La cera es un material muy utilizado en la escultura, a lo largo de la historia, y que evoca lo maleable y lo fluido. Aitor sorprende a su madre con la figura de una sirena. “Me he hecho a mí, ¿a que estoy guapa?” La directora de 20.000 especies de abejas otorga peso en el film a la idea de que la anatomía no es el destino, mantra de la ideología queer encarnado en la película por el personaje de la tía Lourdes. Se trata de un marco teórico sobre el género y la sexualidad que sostiene que la identidad y la orientación sexual no se inscriben en la biología, sino que son un constructo social y, por ende, pueden variar en cada sociedad, a merced de la cultura, los sentimientos o de una voluntad coyuntural. Es decir, el varón y la mujer no son determinados por la biología, sino que cada uno se posiciona de una manera libre y cambiante.

En la película, las tensiones familiares crecen a medida que Aitor expresa con mayor vehemencia su deseo de llamarse Lucía. El padre, que acude a la casa de veraneo para asistir a un bautizo, reprocha a su esposa no haber puesto límites al niño y muestra a Ane su disconformidad con la decisión de permitirle ir vestido de niña a la ceremonia familiar. La abuela también recrimina a su hija que no haya prestado a Aitor la suficiente atención en los últimos años por la inestabilidad profesional y por las constantes crisis de la pareja que han hecho peligrar la continuidad del matrimonio. También hace notar que considera extravagante y fuera de lugar que el niño acuda al bautizo con un vestido de niña de tul blanco.

Frente a todos, Lourdes, la tía apicultora, es la única que se pone del lado de Aitor, le cuenta historias familiares relacionadas con las abejas y le facilita que comience a referirse a sí mismo en femenino. En una escena, la tía le dice a la madre de Aitor: “Tú sabes lo que haces con tu vida, pero que tus hijos no vivan sus vidas con vergüenza (…) Y ya sabes cómo es tu madre, que mira para otro lado”. Incluso revela que el pequeño ha comentado en distintas ocasiones que se quiere morir para nacer, de nuevo, siendo una niña. En uno de estos episodios, es la propia apicultora la que responde a Aitor: “¿para qué necesitas morirte si tú ya eres una chica bien guapa? (…) Hay muchas especies de abejas y todas son buenas”. A lo largo del film Aitor/Cocó también pregunta a su hermano Eneko: “¿desde cuándo sabes que eres chico? o ¿crees que cuando yo estaba en la tripa de mamá algo salió mal”.


En un final angustioso, el pequeño desaparece y la familia sale a buscarlo por el bosque temiendo lo peor. Unos gritan ¡Aitor! y otros ¡Lucía!, mientras el niño, juguetea entre las colmenas, cantando lo que la tía abuela le enseñó: “Bella cera, alúmbrame, en este largo viaje, me tienes que guiar”.

Valoración bioética

El psicoanalista y psiquiatra francés, Jacques Lacan, decía que toda persona siente, en algún momento de su vida, que vive en un cuerpo equivocado. Por ello, el conocimiento, la ética y la práctica clínica cuestionan la autodeterminación plenamente elegible de la identidad sexual. Y, en este sentido, frente a adoptar decisiones de forma urgente y arriesgada, se recomienda el acompañamiento afectivo de la familia y el seguimiento profesional, concediendo un tiempo para que puedan aflorar cuestiones inconscientes, sufrimientos, temores o inseguridades naturales. Ello, a fin de discernir la disforia de género de otras manifestaciones que pueden requerir, especialmente en edades vulnerables como en la infancia, la pubertad y la adolescencia, un acompañamiento afectivo y profesional frente al autodiagnóstico, tratamientos hormonales e incluso intervenciones irreversibles.

La película 20.000 especies de abejas se estrena en el Festival Internacional de Cine de Berlín, coincidiendo con la aprobación de la ley trans en España, en vigor desde marzo de 2023. Ésta ha suscitado importantes objeciones entre psiquiatras, psicólogos y pediatras, a quienes se les aparta de valorar los procesos de transición de género. Numerosos especialistas han esgrimido argumentos contundentes frente a la ligereza con la que se proyectan ideologías a toda la sociedad, sin reparar en los daños que pueden causar.

En el caso de este film – con 15 nominaciones a los Goya que se han sustanciado, finalmente, en tres premios- uno de los aspectos más controvertidos, además de los señalados, es la falta de verdadera protección familiar y sostén hacia Aitor, a todas luces insuficientes al quedarse en el autodiagnóstico de un niño de ocho años, sin ir más allá. Nombrar no es suficiente y la pátina de sentimentalismo e idealización complican y sesgan el enfoque de un tema delicado que, por primera vez, se aborda en el ámbito del cine español. El principal problema que plantea la idealización de algo es que conduce a la exageración de virtudes, supuestos beneficios o da alas a fantasías que cuando se alejan de la realidad, acaban ocasionando sufrimiento. Además de España, seis países de la UE, Dinamarca, Irlanda, Malta, Bélgica, Portugal y Luxemburgo reconocen la autodeterminación de género. Pero, leyes trans pioneras en Europa están dando marcha atrás por sus catastróficas consecuencias. Varios países como Reino Unido, Suecia y Finlandia han rectificado y tomado medidas drásticas ante los daños irreversibles que sufren los pacientes y el aumento de las falsas disforias de género. Uno de los casos más sonados ha sido el cierre de la clínica Tavistock, en su momento pionera y, actualmente, clausurada tras una condena por el caso de una niña de 16 años sometida al tratamiento con bloqueadores de pubertad. Otras mil familias se han unido en una demanda colectiva.[1]

Los principios bioéticos de defensa de la vida humana, beneficencia, no maleficencia y justicia invitan a la prudencia y a la moderación responsable como un ejercicio de razón suficiente cuando se desconocen las consecuencias últimas de nuestras decisiones y acciones. Con Hans Jonas: “la sabiduría nos es más necesaria, precisamente, cuando menos creemos en ella”. [2]

Amparo Aygües – Ex alumna Master Universitario en Bioética – Colaboradora del Observatorio de Bioética

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[1] https://www.cope.es/actualidad/internacional/noticias/leyes-trans-pioneras-europa-dan-marcha-atras-ante-sus-catastroficas-consecuencias-20230213_2547742

[2] Jonas, H. (1955). El principio de responsabilidad. Ensayo de una ética para la civilización tecnológica. Barcelona: Herder, p.55