Los abusos sexuales y la gran hipocresía

Nadie tiene derecho a ir contra la verdad

Nadie tiene derecho a ir contra la verdad. Nadie, sin fundamento alguno, puede afirmar graves acusaciones contra otro.

Es obvio que no todo lo que se publica es fruto de escritores de ojos puros y de buena voluntad. En la actualidad la Iglesia católica sufre muchos ataques, originados en personas muy contrarias a ella, que se sirven de la hipocresía como ariete para procurar derribarla. En fin, hoy, la palabra “hipocresía” resulta una gran clave de intelección para poder comprender lo que realmente está acaeciendo.

La Iglesia católica es una familia. Es loable que en una familia se trate de lo que ocurre en su seno. Así, que se impongan penas a infractores, que se procure una purificación, etc. Es natural que a este respecto la Iglesia sea muy exigente. Pues, ésta, nunca aceptará el pecado. Así, por ejemplo, ha abordado lo referente a los abusos sexuales habidos en ella. En cambio, la generalidad de las instituciones no eclesiales no ha querido mirar lo que, al respecto, les había sucedido.

Muy distinto de la meritoria labor eclesial de purificación es que personas ajenas a la Iglesia tomen a ésta como diana de sus dardos, sirviéndose, para ello, como medio, de la calumnia, de la falsificación de las noticias, etc. Es la importante diferencia existente entre purificar y calumniar. Además, resulta de muy mal gusto tomar como punto de mira a la Iglesia a continuación del siglo de los mártires, en el que tantos heroicos hijos suyos han sido sacrificados.

La impureza puede compararse a una pantera de piel manchada que, con sus colmillos y zarpas, destroza las almas. Dar de comer a la fiera sólo sirve para destrozar y descuartizar. Es gran hipocresía ensuciarse las manos, alimentándola, y, al mismo tiempo, hacer gala, como Pilatos, de tener las manos limpias. Pues, queriendo la causa, se quiere el efecto que ella produce. Ahora bien, en muchos lugares del mundo, la política civil recurre a la demagogia. Ésta, a su vez, muy a menudo, da carne a la fiera. Pues, si se esclaviza a los súbditos, más fácilmente se los domina arbitrariamente. Pero, estos demagogos, autopresentándose, hipócritamente, como puros, contribuyen a que se culpe a otros, incluso a los que ayudan a vivir la hermosa virtud de la santa pureza. Es una situación parecida a la de Nerón, que, después de incendiar Roma, culpabilizó de ello a los inocentes cristianos.

Es hipócrita vaciar a una sociedad de valores, sacrificando éstos a los votos, suprimiendo así lo que frena el impulso de las pasiones desordenadas, y, al mismo tiempo, manifestar que no se quería los males causados por ellas ¡No puede quejarse Atila de que, por donde pasa, no crece la hierba! ¡Cuántos grandes frenos para no caer en el mal han desaparecido con la descristianización de la sociedad! Muchos males morales se habrían impedido con políticas más sensatas.

Habría sido hipocresía que los bárbaros de Atila se hubieran presentado como más cultos que los romanos del Papa León Magno. Así mismo, resulta hipócrita que, sabiendo que en la Iglesia hay muchos menos abusos que en los otros sitios, se la presente a ella como la gran culpable, la gran manchada, la gran putrefacta, y como si fuera de ella no hubiera problema. Enfocando una noticia así, aunque no se diga así, se procura un grave daño al lector.


Hipocresía es presentarse como salvador de la humanidad, cuando lo que realmente se está haciendo, a sabiendas, es quitar arbitrariamente la buena fama a la Iglesia, pisotearla, abultando los fallos, aumentando la cantidad de los mismos, etc.

Aunque el Sol tenga manchas, es luminoso. Es hipocresía mostrar maliciosamente sólo las sombras, tapando expresamente toda la luz que hay en la Iglesia, que es mucho más grande que todas las oscuridades de sus miembros. El propósito de una visión tan unilateral, tan oscura, no es otro que falsificar la realidad.

Es hipocresía presentar los abusos de modo que se induzca a generalizaciones indebidas, que no tienen fundamento: unos han hecho esto, luego, todos lo han hecho. Análogamente, de que Judas Iscariote fuera un traidor no puede deducirse que los otros once apóstoles no fueran santos o que el colegio apostólico está desacreditado. Que unos hayan caído, no quita que haya una lista interminable de santos.

Herodes fue peor por la matanza de los santos inocentes, arrancados de los pechos de sus madres, que por sus vicios sexuales. Así, es una gran hipocresía escandalizarse por los abusos en la Iglesia, y, al mismo tiempo, aplaudir que se mate a los niños antes de nacer. Pues, es hipocresía escandalizarse más por aquello que, aun siendo grave, es menos grave.

Es hipocresía presentar, bajo apariencia de exactitud matemática, conclusiones, que se sabe que son falsas o que no prueban. Así, por ejemplo, una encuesta, puede parecer ciencia matemática. Pero, en realidad, una encuesta, para poder probar, ha de reunir ciertas condiciones, que no siempre reúne.

En definitiva, resulta hipocresía señalar un ámbito, la Iglesia, en el que hay menos mal que en otros, como si éste fuera el peor. Así, la palabra “hipocresía” resulta una potente luz en el camino. Pues, dándonos cuenta de que algo es un engaño hipócrita, nos nacen alas que llevan hacia la verdad y la belleza.