Mons. García Cuerva: “Compartir la alegría, la amistad y el perdón, los tesoros del corazón”

Se realizó la 37º Misa Arquidiocesana de Niños de Buenos Aires

Con el lema “LLEVAMOS EN EL CORAZÓN EL TESORO DE TU AMOR” el sábado 26 de agosto por la tarde se celebró la 37º Misa Arquidiocesana de Niños organizada por la Vicaría de Niños del Arzobispado de Buenos Aires en el estadio Luna Park de la capital porteña.

La multitudinaria Misa —se calculan más de 6500 personas— fue presidida por el arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge Ignacio García Cuerva, y concelebrada por los obispos auxiliares porteños monseñores Gustavo Carrara (vicario general y de pastoral), Enrique Eguía Seguí (vicario Devoto), José María Baliña (vicario Centro), Alejandro Giorgi (vicario Belgrano) y Ernesto Giobando, vicario para la Pastoral de Niños y de zona Flores; casi 60 sacerdotes junto a 12 seminaristas y diáconos.

Se les dio un lugar especial a los chicos sordos del Instituto Próvolo que tuvieron a sus intérpretes durante la obra musical y la misa. Fueron aplaudidos en lenguaje de señas por los demás chicos que estaban en el estadio. Un gesto de alta emoción e inclusión.

“La Misa de Niños 2023 fue una fiesta en la cual volvimos a experimentar una iglesia joven, una iglesia alegre que se alegra, con la presencia de Jesús entre todos nosotros. Y con este hermoso lema que hemos compartido: el tesoro que tenemos cada uno de nosotros en nuestros corazones y el gran tesoro que es Jesús para nuestras vidas. Así que estamos felices, contentos y agradecemos a todos los que han colaborado en la preparación de la misa y, por supuesto, a todos los que vinieron a festejar”, expresó el padre Iván Dornelles, secretario ejecutivo de la Vicaría de Niños y párroco de Nuestra Señora de la Misericordia del barrio de Mataderos.

SAGRADA TEATRO llevó al escenario El Principito

Con formato de comedia musical, SAGRADA TEATRO interpretó en el Luna Park “El Principito”, obra literaria del francés Antoine de Saint Exupéry.

Con más de 20 actores en escena, se narró la historia de un pequeño príncipe que vive en un asteroide muy lejano. El príncipe se encuentra con muchas personas y aprende también muchas cosas durante su aventura. Y lo que más le conmueve es lo que toca su corazón: el tesoro del amor que llevamos en el corazón.

GESTO SOLIDARIO

Como todos los años, en la Misa, en el momento de las ofrendas se llevó a cabo el Gesto Solidario. Este año todo lo recaudado será para el Comedor “Madre Teresa de Calcuta” que funciona en la parroquia Cristo Obrero y San Blas, del barrio de Soldati, donde se preparan almuerzos diarios para unas 150 personas, y que precisa un freezer y un horno bien grandes.

Desgrabación de la homilía Mons. Jorge Ignacio García Cuerva

Yo primero me quiero presentar. No me llamo José Ignacio, me llamo Jorge Ignacio. Pero no importa, Jorge es mi nombre entonces. (aplausos) No hay problema. Pero si se llega a enterar mi mamá que me puso Jorge…

(desde las tribunas): Jorge, Jorge, Jorge… olé, olé, olé…

Ya está. Gracias, muchas gracias. Primero les quería contar que estoy superfeliz. A mí me habían hablado de esta misa pero sinceramente nunca me imaginé que fueran tantos, y con tanta buena onda y tanta alegría. Así que, felicitaciones. (aplausos)

Y miraba la obra de teatro, que la vimos todos, y lo veía al zorro que estaba solo al principio, que cuando se encontró con el príncipe encontró que había un gran tesoro en ese corazón. Descubrieron el tesoro de ser amigos. Descubrieron el tesoro de la alegría de encontrarse, de poder abrazarse y aprender que ya no estaban más solos.

Entonces yo empecé a pensar: ¿qué habrá en el corazón de cada uno de ustedes?, ¿qué tesoro habrá en el corazón de cada uno de los chicos que hoy está acá en el Luna Park? Por lo que se nota veo que en el corazón de cada uno de ustedes guardan un gran tesoro: la alegría. No la pierdan nunca. Se nota que en el corazón de ustedes hay un tesoro enorme que se llama alegría. La vida a veces tiene cosas difíciles pero lo lindo de los chicos es que contagian alegría. Así que, primer compromiso delante de Jesús: que vamos a cuidar el tesoro de la alegría. Decimos todos juntos: Cuidamos el tesoro de la alegría.

(los chicos repiten): ¡Cuidamos el tesoro de la alegría!

Arzobispo Jorge: ¡Más fuerte!

(los chicos repiten): ¡Cuidamos el tesoro de la alegría!

Lo segundo. Mirando el corazón de ustedes, que están todos acá, decía: acá nadie se debe sentir solo. Porque cada uno vino con su parroquia, con su colegio, su comunidad. Estoy seguro de que en el corazón de ustedes hay otro tesoro que es el tesoro de la amistad. Estoy seguro de que son muy amigos entre ustedes. Amigo de la capilla, amigo del colegio, amigo del barrio. ¿Sí o no?

(los chicos responden): ¡Síiiiiiiiii!

Entonces, segundo compromiso: cuidamos el tesoro de la amistad. Decimos fuerte (y dicen todos juntos): ¡cuidamos el tesoro de la amistad! Más fuerte todavía (y dicen todos juntos): ¡cuidamos el tesoro de la amistad!

Y los veía a todos acá con alegría, los veía acá a todos amigos, y estoy seguro, chicos, que a veces con los amigos o los hermanos se pelean… ¿sí o no?

(los chicos responden): ¡Síiiiiiiiii!

Nos peleamos todos a veces. Yo tengo 5 hermanos. No saben cómo nos peleábamos, pero nos queremos mucho. Porque los chicos perdonan rápido. Eso es lo bueno de los chicos. Los chicos se pelean hoy pero mañana son amigos de nuevo. En cambio los grandes… [el arzobispo hace un gesto con el brazo que indica lo mucho que cuesta a los grandes amigarse después de una pelea] Somos más difíciles para perdonar… Nos hacemos los duros, somos complicados, rencorosos… Por eso, chicos, ustedes tienen otro tesoro en el corazón que es el perdón. El perdón es un enorme tesoro y les pido por favor que lo cuiden. Que a medida que pasen los años a ese tesoro lo cuiden más que a los demás. Por eso vamos a pedirle a Jesús el tercer compromiso: cuidamos el tesoro del perdón.

(los chicos dicen): ¡Cuidamos el tesoro del perdón!

¡Más fuerte!

(los chicos dicen): ¡Cuidamos el tesoro del perdón!

¿Se acuerdan cuál era el primer tesoro que tenían que cuidar?

(los chicos dicen): ¡La alegría!

¿El segundo tesoro?


(los chicos dicen): ¡La amistad!

¿Y el tercer tesoro?

(los chicos dicen): ¡El perdón!

Y ahora les tengo que pedir un favor: Los tesoros que Jesús nos da no son para guardarlos. Los tesoros que Jesús nos da son para compartir. Por eso les pido que compartan en sus familias, sus barrios, sus capillas la alegría. A veces a gente grande es medio mala onda, se enojan, no se ríen nunca, están siempre tristes, entonces ustedes tienen que compartir el tesoro de la alegría. ¿Se van a comprometer?

(los chicos dicen): ¡¡Síiiiiiiiiiiiiiiiiii!!

El segundo tesoro: el de la amistad. Hay gente que anda muy sola. Hay gente que anda triste en la vida porque está sola. Por favor, chicos: contagien el tesoro de la amistad. Nadie puede solo en la vida, nos necesitamos mucho. ¿Van a compartir el tesoro de la amistad?

(los chicos dicen): ¡¡Síiiiiiiiiiiiiiiiiii!!

Y lo tercero. Ya les dije que a los grandes nos cuesta perdonar. Los grandes nos peleamos y ya no nos hablamos más. Guardamos bronca en el corazón. Por eso les pido por favor que compartan con nosotros el tercer tesoro: el tesoro de perdón. ¿Lo van a hacer?

(los chicos dicen): ¡¡Síiiiiiiiiiiiiiiiiii!!

Y ahora yo les voy a mostrar un poquito el tesoro que yo tengo en mi propio corazón. Los que organizan esta misa —esta fiesta hermosa, desde ya les agradezco— me pidieron que les comparta mi escudo de obispo. Todos los obispos tenemos un escudo. ¿A qué obispos conocen?

(los chicos dicen): Gustavo… Enrique… Ernesto…

¿Qué más?

(los chicos dicen): José María… Mario… Alejandro…

Muy bien. Ahora les voy a contar. Cada uno de los obispos tenemos un escudo. Y todos los escudos son distintos. Porque cada uno en el escudo trata de poner lo que tiene en el corazón. Entonces les voy a contar qué tiene mi corazón a partir de las cinco partes que tiene mi escudo.

Ilustración — FUENTE: AICA

Vamos con la primera: el báculo. A ver el seminarista que lo traiga. Dale, vení. Dale que es tu momento de gloria. ¡Un aplauso para Franco! (aplausos)

El báculo es como el signo del pastor. Cuando nos nombran obispos, Tenemos que pensar que tenemos que acompañar a la gente. [Los chicos vitorean a Franco con su nombre.] Cuídenlo mucho a Franco. Entonces: el báculo, el palo del pastor, es para acompañar a la gente como lo hizo Jesús. El pastor tiene este palo pero no es para golpear a la gente, es para cuidarla, para buscar a las ovejitas que se van. Por eso, ¿ven que tiene esta parte doblada? Es para que si la ovejita se pierde, el pastor la busca. Y si se aleja mucho, como la oveja perdida, el pastor la agarra del cogote y la trae. Suavemente porque la cuida. ¿Estamos? Gracias, Franco. Aplausos para Franco.

La segunda parte del escudo es la cruz. ¿Quién es el que murió en la cruz?

(los chicos responden): ¡Jesús!

Y si Jesús murió en la cruz es porque nos ama mucho. Entonces, como dice la canción de hoy: en corazón tenemos un gran tesoro que es el amor de Jesús. Yo cuando miro esa cruz me acuerdo de que Jesús me ama mucho y ama mucho también a todas las personas. Por eso, mirar la cruz es estar contentos porque creemos en un Dios que nos ama mucho.

Tercera parte del escudo: la tierra. La tierra es donde pisamos. Yo quiero que donde estén mis pies esté mi corazón. Hoy mis pies están en la ciudad de Buenos Aires, por lo tanto yo quiero caminar las calles, yo quiero estar entre ustedes, y poner toda mi vida en esta arquidiócesis de Buenos Aires. Bien conectado con la realidad. Bien metido en la ciudad de Buenos Aires. (aplausos)

La cuarta: el techo de chapa. Yo durante muchos años viví en un barrio muy pobre. En una villa en el Gran Buenos Aires. Y cuando uno vive en una casa que tiene techo de chapa, se escuchan todos los ruidos. Se escucha cuando camina un gato, se escucha cuando graniza, se escucha cuando llueve finito, se escucha cuando las chapas hacen ruido por el calor, se escuchan si tiran una piedra. Yo quiero que así sea mi corazón: que el corazón sienta todo. Sienta las tristezas, los dolores, las alegrías, las esperanzas de cada uno de ustedes. Por eso yo quiero que mi corazón sea como una chapa de la villa. Que sienta todo, todo, todo, como sienten los techos de los más pobres. (aplausos)

Y vamos con la última: la estrella. La estrella representa a la que está ahí al lado mío con el manto celeste. ¿Quién es? María, nuestra Madre. La Virgen María, la que nos cuida. Yo especialmente le tengo devoción a Nuestra Señora de Pompeya, pero la Virgen es en todos lados lo mismo, ¿o no? Acá hay chicos de Pompeya [señala a la asamblea]. Y lo conocen al padre Luis, ¿no? Mándenle saludos. Bueno. La Virgen María nos tiene a cada uno de nosotros en el corazón. Nosotros somos el tesoro de María. Si María abre su corazón estoy seguro de que están los nombres y las caras de cada uno de nosotros.

Ese es mi escudo. Mi escudo solamente sirve si yo lo puedo vivir con ustedes. Hoy quiero empezar a conocernos, mostrarles mi corazón, esos son mis tesoros pero ustedes tienen tres tesoros hermosos que se comprometieron delante de Jesús a compartir: primero la…

(dicen los chicos): ¡Alegría!

El segundo el tesoro de la…

(dicen los chicos): ¡Amistad!

Y el tercero:

(dicen los chicos): ¡El perdón!

Alegría, amistad y perdón, tesoros de su corazón. Compártanlos entre todos ustedes. Los necesitamos mucho. Que Dios los bendiga mucho. (aplausos)