Santos Pedro y Pablo: Fiesta de la continuidad apostólica y el amor pastoral

¡Hagan lío! ¡No balconeen! ¡Viva el Papa!

©Vatican Media
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La fiesta de los dos grandes apóstoles y mártires, columnas de la Iglesia, es un día de celebración acerca de la Iglesia de hoy, en la cual se expresa gratitud por la continuidad apostólica. Esta festividad nos invita a reflexionar sobre la importancia de la sucesión apostólica y cuánto aprecian los fieles esta promesa de Cristo, que la fundó sobre la roca firme. En este día, se recuerda especialmente al Papa, quien procura guiar y cuidar con denuedo a sus fieles.

El pasaje bíblico en el que Jesús pregunta a Pedro tres veces si lo ama, permite comprender la responsabilidad de un pastor hacia las ovejas encomendadas. El amor profundo y sincero hacia los fieles, es fundamental para ejercer este rol pastoril. Sin embargo, a veces encontramos fluctuaciones en este amor, donde la indiferencia vela a la compasión y toma dominio el tedio, la impaciencia e incluso la mala leche o mal genio. Por ello, es un deber diario, esforzarse por mantener viva esa llama de amor original.

El amor lo puede todo

Las lecturas de la víspera, concretamente las que protagonizan Pedro y Pablo, brindan ejemplos claros del amor pastoral que quiso constatar Jesús con sus preguntas. Pedro, al encontrarse en las afueras del templo ante un enfermo, muestra su preocupación e interés por los demás. Aprovecha la oportunidad para ejercer el poder que se le ha conferido de sanar y se compadece, se acerca y lo sana. Este poder, que también poseen los pastores en plenitud, solo les provocará ejercerlo, en la medida en que se ame a las ovejas encomendadas.

La tarea de salir y evangelizar es otro aspecto fundamental de la Iglesia, tanto en el pasado, desarrollado por Pablo y la comunidad naciente, como en la actualidad. Para llevar el mensaje de amor y fe a los demás, es necesario poseer un profundo amor por Dios y por la humanidad. Si no se ama a los fieles y a los hermanos en general, ¿cómo se les podrá llevar la buena nueva? Gracias a este amor que se siente por el otro, es que surge el deseo de compartir el mayor don recibido: la fe en Jesucristo.

La Iglesia debe ser un reflejo de Cristo, manteniendo viva la llama del amor por Dios y por los semejantes. Debe ser más aún hoy, una luz para los demás, un hospital de campaña que acoge y se acerca a aquellos que más la necesitan, sin exclusiones, así vengan heridos o confusos. De este modo, quienes se acerquen a ella, podrán  encontrar  el agua viva para saciar su sed.

Los ejemplos de Pedro y Pablo, son inspiradores para esto. Se puede aprender de ellos leyendo sus escritos en el Nuevo Testamento y conociendo su historia y cómo organizaron la Iglesia. Su amor y dedicación a los suyos, sirven de estímulo para todos y, especialmente, para aquellos que han seguido sus pasos como pastores del Pueblo de Dios.


«Tú eres Pedro»

Es importante recordar que apoyar y defender al Papa, es hacerlo con quien representa la figura de san Pedro mismo. Aunque pueda haber desacuerdos o miradas diversas, no hay por qué caer en la fijación del opositor consuetudinario y menos aún, generar desconfianza y desorientación en los demás. La Iglesia de estos tiempos -y siempre-, debe mantener vigente la fortaleza de su unicidad, ya que es parte de su sello distintivo.

En este día de celebración de la vigencia de la Iglesia en el mundo, es justo encomendar al Santo Padre, quien tiene la responsabilidad de liderar a la Iglesia, a veces a contracorriente, sorteando a los que quieren pontificar como él.

Que esa oración llegue al cielo, para que el sucesor de Pedro tenga la sabiduría y las agallas, a fin de tender puentes y amistar al Catolicismo con un sector de la humanidad que vive apartada por los escándalos que ha visto.

Y no solo eso, sino que también anda quebrada por el mal trato que en ocasiones ha recibido; y furiosa, debido a que a la Iglesia se le brinda un espacio y beneficios en la sociedad, sin tener claridad del por qué…

Esa oración será la fuerza que requiere el papa Francisco hoy, para cumplir con su misión de guiar a una Iglesia que ilumine al mundo, en un esfuerzo por ser coherente, propositiva y arrojada. ¡Hagan lío! ¡No balconeen! ¡Viva el Papa!