Ecos del Congreso CELAM 2023

(C) CELAM

Este año en la ciudad de Bogotá nos dimos cita, unos de forma virtual y otros de manera presencial, más de 800 laicos, laicas, religiosos, religiosas, sacerdotes, obispos, miembros todos de una Iglesia que quiere vivir los sueños del Papa Francisco en su carta Querida Amazonía.

Cobijados por el CELAM, con mucha audacia y en actitud de salida, compartimos desde nuestros países latinoamericanos y caribeños lo que resuena en nuestro corazón y en nuestras vidas con cada sueño plasmado en la carta mencionada: el social, ecológico, cultural y eclesial. El propósito era doble: multiplicar la escucha atenta y discernir, en clave sinodal, el llamado del Espíritu para cada uno y como Iglesia, pueblo de Dios.

Un ánimo constante de renovación y fraternidad inundaba cada aula y cada sesión mientras se iban dialogando los logros, los avances y las dificultades y luchas de cada uno al tiempo que se compartían vías y posibles caminos  de solución. Un elemento cohesionador circulaba en el aire y hacía resonancia en nuestros corazones: la Doctrina Social de la Iglesia.

Los criterios, principios y valores para ver, juzgar y actuar sobre la realidad fueron la metodología elegida y libremente adherida que guiaron estos tres días de encuentros.

Las palabras y testimonios de dos entrañables amigos del Papa Francisco ofrecieron su cercanía y su acompañamiento: el Cardenal Czerny y el Cardenal emérito Don Oscar Rodríguez Maradiaga. Francisco estaba ahí a través de ellos.

Este congreso impulsado por el CELAM renovó la esperanza de que estamos llamados a salir a las periferias y no tener miedo de anunciar, en palabra y en el ejemplo, que dentro de nuestros pueblos late un corazón de fe vivo, que aunque herido a menudo, sigue latiendo con una fuerza que va creciendo a medida que se le intenta seguir lastimando porque de las laceraciones brota agua viva que sabe dar de beber.

Cuando por el camino encontramos un hermano o hermana que anda nuestro mismo andar entonces surge una fuerza invisible que conecta y crea vasos comunicantes y hace que el esfuerzo de uno de pronto se convierta en el esfuerzo de muchos y el sueño de uno en sueño de todos.


Con los cuatro sueños como ejes vertebradores de las conversaciones me permito resaltar algunas reflexiones surgidas al interior de cada uno:

Sobre el sueño social fue posible mirar que desde nuestra pluralidad podemos ser una unidad mediante una economía más incluyente y desde abajo y una fraternidad que no tenga miedo del encuentro vivo con Dios a través del hermano que sufre.

En el sueño ecológico las múltiples redes que ya han surgido en distintas regiones de conservación y protección de la Amazonía como pulmón del mundo y Casa Común animó e inspiró el surgimiento de nuevas vías de colaboración que cuiden la diversidad ambiental sabiendo que somos uno con ella.

Desde el sueño cultural nos permitimos sacar a los centros de conocimiento, los institutos y las universidades, de su autoreferencialidad y llevarlas a los límites de su que hacer para dejarnos interpelar y sentir con la realidad en la que estamos y desde ella y con ella, intentar pensar juntos el futuro de las generaciones venideras.

Finalmente, desde el sueño eclesial nos comprometimos con la erradicación del clericalismo mediante el auge fiel y comprometido de un laicado que sepa dialogar y gestar procesos más que espacios en el entendido que los laicos y laicas tenemos confiada la principal misión de llevar el mensaje evangélico a la vida familiar, social, profesional, pastoral, etc.

Así fue como quienes somos y queremos seguir siendo Iglesia y pueblo de Dios queremos ahora testimoniar ejemplos de solidaridad, justicia y búsqueda del bien común con una vivencia que hace “arder” nuestro corazón mientras andamos.