Ecumenismo: ¿Una utopía?

Hoy comienza la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos

Ecumenismo utopía
El Papa Francisco junto al Patriarca Bartolomé I en el Encuentro por la Paz 2020 © Vatican Media

Ecumenismo: ¿Una utopía? Como cada año, del 18 al 25 de enero se celebra la Semana de Oración por la unidad de los cristianos, concluyendo con la fiesta de la conversión del apóstol san Pablo. Con motivo de esta ocasión, Exaudi comparte este artículo sobre el ecumenismo y sus retos, escrito por Antonio Navarro, sacerdote delegado de Ecumenismo y Diálogo Interreligioso de la diócesis de Córdoba y consultor de la Subcomisión de Relaciones Interconfesionales y Diálogo Interreligioso de la Conferencia Episcopal Española.

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Vamos a ser sinceros: el ecumenismo es, para muchos fieles, un desconocido; y para un buen número de sacerdotes, un ideal bonito pero imposible de realizar. En este escrito quiero ofrecer una reflexión que ayude a entender qué es el ecumenismo para aquellos que lo desconozcan y que anime al esfuerzo ecuménico a quienes miran esta causa con escepticismo.

“Que todos sean uno, Padre, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros para que el mundo crea que tú me has enviado” (Jn 17, 21). Jesús manifiesta expresamente el deseo de que sus discípulos vivan en unidad de amor dentro de la misma familia, prolongando visiblemente en el mundo el misterio trinitario del Dios Amor. Solamente así la misión de la Iglesia puede ser coherente y tener fruto. Desgraciadamente, los cristianos incumplimos este deseo de Cristo con nuestros pecados y falta de testimonio. Esta realidad se hace más dolorosa si cabe cuando la unidad de los cristianos ha sido rota por complejos conflictos. Este hecho es un impedimento claro para la misión de hacer llegar a la humanidad el Evangelio, ya que las divisiones entre nosotros son un antitestimonio para los no cristianos. Bien es cierto que la santidad y unidad que Cristo quiso para su Iglesia subsisten en la Iglesia católica, pero eso no quiere decir que todos sus miembros vivan esa perfección de santidad y comunión, sino que hemos de convertirnos y fomentarlas como una tarea. Igualmente, no podemos quedarnos indiferentes mientras tantos que confiesan el nombre de Cristo se encuentran separados entre sí.


Es, pues, tarea urgente restaurar la unidad eclesial, primero porque así lo quiere el Señor y también porque, sin dicha unidad, la misión que da sentido a la Iglesia ve disminuida su efectividad. Al movimiento que busca la unidad de los cristianos se le llama “ecumenismo”. El ecumenismo no es tarea fácil, ya que existen profundas heridas históricas entre unos grupos y otros, distanciamiento y, cómo no, fuertes desacuerdos en cuanto a la doctrina de fe y los sacramentos. Es más, hay grupos cristianos que contemplan con desconfianza el ecumenismo.

Conviene aquí recordar que ninguna de las misiones que el Señor nos encomienda es “fácil”. Él nos dice que perdonemos a nuestros enemigos, y que seamos santos como el Padre celestial es santo… Tirar la toalla porque la unidad de los cristianos (al igual que la santidad) es “un imposible” indica una gran falta de fe en las promesas de Cristo y en su gracia.

El ecumenismo ha de vivirse dentro de dos coordenadas, que son el respeto a la verdad y la vivencia de la caridad. En el diálogo teológico, los especialistas de las distintas confesiones van dilucidando las diferencias doctrinales, se debate y se intenta llegar a puntos comunes cada vez mayores, sin caer nunca en el relativismo o el sincretismo, sino en obediencia sincera a la Escritura y la Tradición eclesial. Fomentar la relación recíproca en el amor y la amistad es, por otro lado, una asignatura importante, ya que, con frecuencia, las divisiones vienen no solamente de lo puramente doctrinal, sino de los conflictos históricos y los prejuicios humanos.

¿Y qué podemos hacer los fieles y sacerdotes “de a pie”? El Concilio Vaticano II nos dice que la búsqueda de la unidad de los cristianos compete a todos los fieles (Unitatis Redintegratio 5). Por lo tanto, el progreso en esta causa santa dependerá del empeño y dedicación que todos pongamos. Aunque el contexto religioso de muchas de nuestras parroquias no tenga apenas presencia de cristianos no católicos, siempre se puede orar y ofrecer Misas, y la oración tiene un valor inmenso. Y si hay presencia de otras confesiones abiertas al ecumenismo, es nuestra tarea abrirnos a una relación con dichas comunidades, siguiendo para ello las indicaciones que el magisterio eclesial ofrece. Los católicos tendríamos que dar el primer paso, imitando a Dios, que siempre tiene la iniciativa en la obra de la salvación a pesar de la obstinación de los hombres.