Inauguración del Pesebre y del Árbol de Navidad en la Plaza de San Pedro

El Papa a los donantes del Árbol de Navidad y del Belén de la Plaza de San Pedro

Donación del Árbol de Navidad Vatican Media

 

Este sábado, 3 de diciembre de 2022, en el Aula Pablo VI, el Santo Padre Francisco ha recibido en audiencia a los Donantes del Árbol de Navidad y el Belén instalados en la Plaza de San Pedro.

Publicamos a continuación el discurso que el Papa dirigió a los presentes durante la Audiencia:

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Discurso del Papa

Hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!

Les doy la bienvenida al día en que el pesebre y el árbol de Navidad, colocados en la plaza de San Pedro, así como el belén instalado en esta Casa. Os saludo a todos con afecto, empezando por el obispo de Trivento y el párroco de Sutrio -en representación del arzobispo de Udine-agradeciéndoles sus amables palabras. Saludo a las autoridades civiles, en particular al Ministro de Asuntos Exteriores de Guatemala, el Presidente de la Región de Friuli Venezia Giulia, el Consejero de la Región de los Abruzos y a los alcaldes de Sutrio y Rosello. Os agradezco el regalo de estos símbolos de Navidad, sobre la que se posarán las miradas de numerosos peregrinos de todo el mundo.

Me gustaría dirigir un pensamiento especial a los artesanos de la madera, que esculpieron las estatuas del pesebre; a los niños del centro “Quadrifoglio” de Rosello, que hicieron parte de las decoraciones del árbol; a los que cultivaron el abeto y los árboles más pequeños en el vivero de Palena destinados a otros ambientes del Vaticano. Mi agradecimiento también a los técnicos y al personal de Gobernación, que están aquí con el cardenal Fernando Vergez y la hermana Raffaella Petrini.


El árbol y el pesebre son dos signos que siguen fascinando a grandes y pequeños. El árbol, con sus luces, nos recuerda a Jesús que viene a iluminar nuestra oscuridad, nuestra existencia a menudo encerrado en las sombras del pecado, el miedo, el dolor. Y sugiere otra reflexión: al igual que los árboles, los hombres también necesitan raíces. Sólo los que se arraigada en una buena tierra, se mantiene firme, crece, “madura”, resiste los vientos que la sacuden yse convierte en un punto de referencia para los que lo miran. Pero, queridos, sin raíces nada de esto sucede: sin cimientos firmes uno sigue siendo inestable. Es importante mantener las raíces, tanto en la vida como en la fe. En este respecto, el apóstol Pablo nos recuerda el fundamento en el que debemos arraigar nuestra vida para permanecer firmes: dice permanecer “arraigados en Jesucristo” (Col 2,7). Esto es lo que nos recuerda el árbol de Navidad: ser radicales en Jesucristo

Y así llegamos al belén, que nos habla del nacimiento del Hijo de Dios que se hizo hombre para estar cerca de cada uno de nosotros. En su auténtica pobreza, el belén nos ayuda a redescubrir la verdadera riqueza de la Navidad, y para purificarnos de tantos aspectos que contaminan el paisaje navideño. Simple y familiar, el belén recuerda una Navidad diferente a la consumista y comercial; nos recuerda lo bueno que es para nosotros apreciar los momentos de silencio y oración en nuestros días a menudo abrumado por el frenesí. El silencio favorece la contemplación del Niño Jesús, ayuda a intimar con Dios, con la frágil sencillez de un pequeño infante, con la mansedumbre al ser acostado, con el tierno cariño de los pañales que lo envuelven.

Raíces y contemplación: el árbol nos enseña sobre las raíces, el pesebre nos invita a la contemplación. No olvides estas dos actitudes humanas y cristianas. Y si queremos celebremos verdaderamente la Navidad, redescubramos a través del pesebre la sorpresa y la maravilla de la pequeñez, la pequeñez de Dios, que se hace pequeño, que no nace en el esplendor de la apariencia, sino en la pobreza de un establo. Y para encontrarse con Él hay que llegar allí, donde está; hay que rebajarse, es necesario hacerse pequeño, dejar toda la vanidad atrás, para llegar donde está Él. Y la oración es la mejor manera para dar las gracias por este regalo de amor gratuito, para dar las gracias a Jesús que desea entrar en nuestros hogares y en nuestros corazones. Sí, Dios nos ama tanto que comparte nuestra humanidad y nuestras vidas. Nunca nos deja solos, está a nuestro lado en todas las circunstancias, en la alegría como en la pena. Incluso en los peores momentos, Él está ahí, porque es el Emmanuel, el Dios con nosotros, la luz que ilumina la oscuridad y la tierna presencia que nos acompaña en nuestro camino.

Queridos hermanos y hermanas, renuevo nuestra gratitud por los regalos de Navidad del árbol y el pesebre, y os deseo a cada uno de vosotros, a vuestras familias y a vuestras comunidades una santa Navidad, encomendándoos a la protección maternal de María, Madre de Dios y nuestra. Y les pido, por favor, que recen por mí.

Gracias.