El Papa Francisco y los engaños populistas

Las democracias enferman cuando la lógica “pueblo-antipueblo” arriba al escenario

© Pexels
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Los conflictos en la vida social no pueden obviarse. Existen como un hecho. Sin embargo, las teorías para interpretarlos y superarlos demarcan las distintas posturas explícitas o encubiertas de las personas y de los grupos. Nada más revelador de las convicciones profundas que mirar las formas de resolver los conflictos.

Las regresiones autoritarias contemporáneas justamente afirman una hipótesis: es necesario acelerar la polarización social para cumplir el fin último de las naciones. Para ello, es preciso delimitar – desde el poder – quién es “pueblo” y quién es “antipueblo”. Sin importar si el neopopulista es de izquierdas o de derechas, lo relevante es hacer una delimitación precisa respecto de quiénes son valientes y quiénes son cobardes, quiénes pertenecen al pueblo y quiénes deberían ser eliminados. El populismo es ideológico porque divide la sociedad en dos mitades, alienta la lógica de la enemistad, plantea el dilema “ellos o nosotros”, quiere aniquilar al adversario porque busca la homogeneidad totalizante.

El Papa Francisco, meditando estas cuestiones, el 4 de diciembre de 2021, repropone el pensamiento del Siervo de Dios, Alcide De Gasperi, fundador de la Democracia Cristiana italiana: “la democracia es compleja, mientras el autoritarismo es expeditivo y las promesas fáciles propuestas por los populismos se muestran atrayentes.” (…) “El remedio a esto no está en la búsqueda obsesiva de popularidad, en la sed de visibilidad, en la proclamación de promesas imposibles o en la adhesión a abstractas colonizaciones ideológicas, sino que está en la buena política. Porque la política es algo bueno y así debe ser en la práctica, en cuanto responsabilidad suprema del ciudadano, en cuanto arte del bien común. (…) Esta es la dirección a seguir, que un padre fundador de Europa indicó como antídoto para las polarizaciones que animan la democracia, pero que amenazan con exasperarla: «Se habla mucho de quien está a la izquierda o a la derecha, pero lo decisivo es ir hacia adelante, e ir hacia adelante significa encaminarse hacia la justicia social» (A. De GasperiDiscurso en Milán, 23 abril 1949). En este sentido, es necesario un cambio de ritmo, mientras cada día se difunden miedos, amplificados por la comunicación virtual, y se elaboran teorías para oponerse a los demás.”


El Papa Francisco, en su Encíclica Fratelli tutti”, continúa esta reflexión apostando por la amistad y la fraternidad, categorías bíblicas y filosóficas que muestran lo mejor del humanismo y de la cada vez más urgente cultura de la cooperación entre personas y pueblos. En otras palabras, Francisco nos invita a pensar el pueblo como unidad plural e incluyente, que no se resigna a la dialéctica “pueblo–antipueblo”.

Los populistas desgarran y humillan para autoexaltarse. Su misión no es servir al pueblo sino tornarse en “divos”. Hacen de la política un espectáculo. Manipulan los sentimientos populares a través de su retórica. Pero en el fondo, cuanto más mencionan la palabra “pueblo”, más autoritarios, violentos y represivos, devienen. Las democracias no se reconstruyen así: con discursos monológicos y guerras dialécticas. El Papa Francisco, por el contrario, sueña con una democracia participativa, con una sociedad poliédrica, pluriforme, en la que todos podemos caber. Todos, sin excepciones.