La Anunciación Del Ángel A La Virgen María

25 de marzo

Toda la historia del cristianismo está marcada por el pálpito del fiat de María. El Evangelio de San Lucas (1, 26-38) recoge ese instante sublime y luminoso en el que la Virgen es visitada por el arcángel san Gabriel, quien le anuncia el nacimiento de su Divino Hijo, nuestro Redentor: «Concebirás y darás a luz un hijo, y se llamará Hijo del Altísimo». Lo sorprendente del acontecimiento, que acaecerá sin concurso de varón contradiciendo el hecho natural, es que recibe la inmediata respuesta de María, la «llena de gracia» que muestra su absoluta conformidad con la voluntad del Padre, aceptando ese prodigio sobrenatural que clarifica al ángel: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y así, el que era antes de los siglos el Unigénito Hijo de Dios, por nosotros los hombres y por nuestra salvación, se encarnó por obra del Espíritu Santo de María, la Virgen, y se hizo hombre. El Catecismo de la Iglesia Católica subraya este «libre consentimiento al plan divino de la salvación»: «La Virgen María colaboró por su fe y obediencia libres a la salvación de los hombres. Ella pronunció su ‘fiat’ ‘ocupando el lugar de toda la naturaleza humana’. Por su obediencia, ella se convirtió en la nueva Eva, madre de los vivientes» (n. 511).

Se ha resaltado hasta la saciedad en este retablo excelso los precisos matices de ese inmenso amor de la Virgen. San Juan Pablo II subraya algunos en la Redemptoris Mater: la obediencia de María, su «colaboración activa», su fe, la prontitud de su respuesta «movida por amor», ese «sí» que «abrió las puertas a la realización del designio salvador del Padre celestial, designio de redención para todos los hombres». Todo ello, como decía el Pontífice, nos insta a cada uno a escuchar en nuestro interior los planes que Dios tiene previstos asumiéndoles generosa y responsablemente. Elevemos con él a la Virgen Madre esta súplica: «Madre de Cristo, que se revele una vez más, en la historia del mundo, la infinita potencia salvadora de la Redención: ¡potencia del Amor misericordioso! ¡Que éste detenga el mal! ¡Que transforme las conciencias! ¡Que en tu corazón Inmaculado se revele para todos la luz de la esperanza!».


santoral Isabel Orellana

© Isabel Orellana Vilches, 2024
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