La esencia de la vocación sacerdotal

Entrevista al P. Natale Tedoldi sobre el sacerdocio y la necesidad de los jóvenes de sacerdotes auténticos

La esencia de la vocación sacerdotal entrevista
P. Natale Tedoldi, sacerdote salesiano © Mayra Novelo

En esta entrevista el P. Natale Tedoldi, sacerdote salesiano, nos habla de la esencia de la vocación sacerdotal, profundamente arraigada en las enseñanzas de Cristo, y de la necesidad que tienen los jóvenes de sacerdotes que ayuden con el ejemplo a discernir la voz del Señor.

El P. Natale Tedoldi es un personaje muy famoso en la ciudad de Alassio en la provincia de Savona, en Liguria, con sus 73 años de salesiano, 63 años de sacerdocio y casi 92 años. Siempre ha sido un servidor de Cristo, dispuesto a escuchar y ayudar, una persona espléndidamente sencilla. Decano del Instituto Don Bosco durante 27 años, donde también enseñó, supo ser apreciado por varias generaciones de alassianos, pero también por estudiantes que llegaban de otras zonas de Italia. Desde hace 51 años Don Natale celebra misa a las 8.30 en la parroquia Capuchina y desde hace 44 años sube a la torre del observatorio meteorológico del Instituto Don Bosco para pronosticar la temperatura y las horas de sol y lluvia para la costa del Golfo de Génova.

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Exaudi: “Las vocaciones existen, es sólo cuestión de despertarlas”. Don Natale, ¿Qué opina sobre esta afirmación del santo Papa Juan Pablo II?

P. Natale Tedoldi: Son afirmaciones que tienen un valor y también dicen la verdad, pero para despertar vocaciones esta debe estar presente en cada ser humano, en cambio creo que no se puede pensar que la vocación exista en todos de la misma manera, pues hay diferencias. En mi opinión, se despierta una vocación si presentamos a los jóvenes un propósito, un sentido de la vida consagrada. Si la vida religiosa parece una cosa de sacristía, caracterizada por actos de culto y celebraciones mortuorias, no puede despertar atracción. Las funciones, los ritos, las celebraciones no son el propósito de la vocación. El propósito es vivir y predicar a Cristo por eso debemos poder despertar el llamado con nuestra vida y con las palabras, aunque estas últimas valgan menos.

Necesitamos mostrar a los jóvenes que nuestra vida tiene un sentido que nos ha dado motivos de alegría, pero también de sacrificio y sufrimiento, de renuncia ciertamente, pero con satisfacción por lo que cada uno de nosotros ha sido y siente ser. Por tanto, las vocaciones despiertan si ya hay «gérmenes inciertos». Hoy me pregunto esto: ¿nosotros, como sacerdotes, le damos al mundo la idea de tener un propósito al que vale la pena dedicar toda nuestra vida? Creo que los jóvenes ya no leen esta parte hermosa y positiva de nuestra vida donde hay serenidad y alegría, solo leen la parte de la renuncia, que es algo equivocado. Creo que hablar solo de un Cristo muerto ha llevado a nuestra religión por el camino de la tristeza, por eso nuestra fe se vuelve vana. Pero debemos predicar más bien que ¡Cristo ha resucitado!

Exaudi: La llamada de Dios es el signo más claro del diálogo entre el Creador y el hombre. ¿Cuántas personas están escuchando su voz hoy? ¿Cómo ayudar a los jóvenes a identificar su vocación? ¿Cuál es la esencia de la vocación sacerdotal?

P. Natale Tedoldi: muy difícil, creo que no hay respuesta inmediata porque antes que nada le haría una pregunta al chaval: ¿Crees en Dios? No sé si respondería que sí, no lo sé. Porque hoy hay una forma básica de ateísmo en los jóvenes porque se les ha presentado un Dios siempre distante y, además, un Dios que castiga. Si preguntamos a las personas y especialmente a los jóvenes: ¿Dónde está Dios? ¿Quien es Dios? no tendremos respuestas precisas. Creo que ahora los santos y la Virgen están más presentes que Cristo. Creo que para hablar con un chico tenemos que empezar con la pregunta: ¿Qué idea tienes de Dios? o preguntar de manera un poco más crítica ¿Qué idea de Dios te dieron los sacerdotes en sus sermones? En mi experiencia, la mentalidad de un Dios distante es muy cómoda porque no compromete tanto y creo que la idea o descripción que damos de Dios, más que acercarnos nos distancia.


Dios es Padre y Amor, incluso lo cantamos en la iglesia: «donde hay caridad y amor ahí está Dios», en dos personas que se aman Dios es amado… ¡Dios es una realidad dentro de nosotros! Quizás si un joven comprendiera que su vida se puede desarrollar en el amor, todo cambiaría. Debemos preguntarnos cómo presentar hoy el Evangelio, según la verdadera mentalidad de Cristo, no con nuestra profesión de sacerdotes. Nuestra vida de sacerdotes es expresión del amor de Dios si se vive en el amor, en total respeto a nuestra vocación de mediadores entre Dios y los hombres, y en el respeto a la dignidad de cada ser humano. Esta es la esencia de la vocación sacerdotal.

Exaudi: ¿Cómo nació su vocación?

P. Natale Tedoldi: Mi vocación nació en el oratorio salesiano de Brescia, donde había un salesiano dinámico, entusiasta, muy cordial, deportivo, además del dinamismo que tenía con nosotros los chavales al hablar siempre era positivo y entusiasta. Esto me dio la idea de que esa era una forma de vida real dedicada a los jóvenes. De vez en cuando este salesiano, después de un partido de futbol o al terminar los diversos juegos, se detenía y nos contaba episodios de carácter religioso. Una de estas historias, que me penetro profundamente el alma, fue la de un sacerdote y su fidelidad al secreto de la confesión, a pesar de las fuertes presiones externas y las complicaciones debidas a las circunstancias. Entonces pensé que la vida de un sacerdote salesiano no era una vida cómoda sino una dedicación, un compromiso, sobre todo con los jóvenes. Así nació mi vocación: tenía dieciséis años, en 1945, después de la guerra, cuando decidí seguir estudiando el bachillerato.

Exaudi: ¿Podría contarnos su experiencia como sacerdote, compartir lo mejor de estos años?

P. Natale Tedoldi: No es fácil responder, en primer lugar porque nunca he tenido una parroquia, pero siempre he trabajado en la escuela en varios ambientes, pocos, porque llevo 52 años aquí en Alassio. Incluso antes de venir aquí, tuve algunas buenas experiencias, pero siempre dentro de la vida comunitaria y de relación con las personas, pero sin tareas particulares como las que puede tener un párroco, por ejemplo, con los enfermos. Hay dos momentos que me han dejado impresionado y entusiasmado, aunque por diferentes motivos.

Una fue cuando cerramos una casa salesiana en Comacchio, en la provincia de Ferrara, donde fui el último clérigo de la casa. Estábamos en los años 50, en un pueblo muy pobre, donde en muchas casas no había luz eléctrica, no había baños y muchas otras cosas … Nosotros también en nuestra casa salesiana solo teníamos el oratorio, porque también compartíamos esta condición de pobreza. Recuerdo que en el último verano en dos meses comimos carne solo dos veces, una el día de la Asunción, cuando las monjas que cuidaban el hospital recibieron como regalo una sartén con el conejo guisado y nos invitaron a saborearlo. La segunda vez éramos tres, el salesiano más anciano me dice: “Natale, quiero comer un pedacito de carne, llama a los hermanos de Codigoro y pregunta si nos preparan un trozo de carne”. Nos invitaron y así comimos algo de carne, con pobreza pero con espíritu de familia. Nuestro director seguía el criterio del Evangelio, por lo que trató siempre de dar primero a los más necesitados. Una vez que una familia había sido desalojada de su casa, nuestro director les acogió en la nuestra en lo que el municipio resolvía la situación. A pesar de todo esto, ¡ninguno de nosotros murió hambre!

Otra experiencia, digamos, tuvo lugar en la casa de reeducación, la casa de menores de Arese, ahora centro de formación profesional y humana. Era un lugar de represión, con celdas con paredes gruesas y rejas en las ventanas. Don Della Torre, quien era el director en ese momento, lo primero que hizo fue reunir a los jóvenes reclusos en el patio creando comunidad, cerró las celdas y tiró las llaves por el desagüe. Sin embargo, me vi obligado a quedarme con una de estas llaves porque en la pared de una de esas celdas había una escritura muy conmovedora: «Si hubiera tenido una madre no estaría aquí». Guardo este hecho con fuerza en mi corazón incluso hoy, porque es un mensaje maravilloso pues recalca cómo la base de todo es la familia. Hoy el centro salesiano de Arese es una gran realidad educativa.