Mente sana en un cuerpo sano

Llevar una vida sana y espiritual

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Reflexión © Pexels. Spencer Selover

El padre Jairo Yate, sacerdote y juez instructor en la diócesis de Ibagué, Colombia, ofrece este artículo titulado “Mente sana en cuerpo sano”, que incluye los retos en la vida de los cristianos expuestos por el Papa Francisco en su Exhortación Apostólica Gaudete et exsultate, así como las advertencias para un proyecto de vida sana espiritual.

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Mens sana in corpore sano (mente sana en un cuerpo sano). Esta ha sido una de las máximas latinas, que han ido acompañando el proceso del pensamiento y la inquietud de la humanidad, ante la salud tanto física como mental de cada uno de nosotros.

Al inicio del pensamiento aparece Juvenal, un poeta latino del siglo I en la historia, quien pretende corregir una actitud religiosa frente a la oración y la esencia de la oración. Pronto esta misma frase, sigue evolucionando, en el mundo griego y en el mundo británico.

Hombres y mujeres seguimos con la inquietud de cómo llevar una vida sana.  La respuesta no se deja esperar, desde la medicina, la psicología, la psiquiatría, la filosofía, la ética, la moral, la sociología, la religión, la teología, etc.

Como el tema me interesa, he recogido una serie de apuntes y apreciaciones de autores, que ofrecen su línea de pensamiento, su parecer, sus recomendaciones para que cada ser humano encuentre un camino a su propia realidad .

Entrenar la mente contra el pesimismo

Augusto Cury, psiquiatra y psicólogo brasileño, propone entrenar la mente contra el pesimismo. Tomando como base la teoría de la inteligencia multifocal, el eminente psiquiatra, propone “Una mente brillante, una mente entrenada”.

Se trata de la construcción de pensamientos, la transformación de la energía psíquica, la formación del yo y la organización de la historia consciente e inconsciente de la memoria. Cury sostiene que: para desarrollar las funciones más importantes de la inteligencia hay que “entrenar nuestra capacidad de proteger la emoción para prevenir trastornos como depresión, angustia, pesimismo”. El objetivo es lograr una vida sana, una mente sana.

Tomando como eje de reflexión la persona de Jesús de Nazareth, Cury logra plantear cómo el Salvador del mundo, se preocupó por la salud mental, la inteligencia, la sabiduría, la destreza, la astucia, las emociones, el amor, de aquellos que irían a ser sus apóstoles. Desde el campo de la psicología es un bienvenido aporte a la preparación y disponibilidad de hombres y mujeres quienes se siguen preparando para cumplir con la misión de anunciar, dar fe y testimonio del Maestro de los maestros.

Basta leer algunas obras del autor, para dejar navegar el pensamiento y descubrir cómo un excelente maestro, un perfilado pedagogo, un hombre de Dios, una persona muy humana pero con el espíritu de Dios, prepara los apóstoles del futuro. Cury, enseña en sus obras: Que el “Maestro de maestros” le enseñe que en las fallas y lágrimas se talla la sabiduría. Que el “Maestro de las emociones” le enseñe a contemplar las cosas sencillas y a navegar en las aguas de los sentimientos. Que el “Maestro de la vida” le enseñe a no tener miedo de vivir y a superar los momentos más difíciles de su historia. Que el “Maestro del amor” le enseñe que la vida es el espectáculo más grande en el teatro de la existencia. Que el “Maestro inolvidable” le enseñe que los débiles juzgan y desisten, mientras los fuertes comprenden y tienen esperanza. No somos perfectos. Decepciones, frustraciones y pérdidas siempre ocurrirán. Pero Dios es el artesano del espíritu y del alma humana. No tenga miedo.

Vida sana en el espíritu

Desde el punto de vista de la Teología, el interés ha estado centrado en la vida de las personas. Dios como creador y sostenedor de la vida, marcó el punto de partida para una vida sana: “Haz el bien y evita siempre el mal” (cfr. Génesis 2,17).

Moisés como un excelente comunicador de los mensajes divinos, invitó al mundo a corregir la vida desordenada, que no es agradable a Dios ni produce bien a una sociedad. Los mandamientos son la regla de oro para una vida, sana, una mente sana, un equilibrio en la vida social. (cfr. Éxodo 20, 1-21). Su base principal es el amor, se trata de hacer siempre el bien. Quien cumple con los mandamientos, tendrá la vida eterna. (cfr. Mateo 19, 16-22).

El Salvador del mundo, plantea el reino de su padre celestial: Su propuesta es salvar el mundo, salvar el alma, aprender a vivir como hermanos en la sociedad. Toda su predicación apunta a una vida sana en el espíritu; a una mente sana, a un sentir común. Las líneas de acción están en la moral, en la justicia, en las virtudes.  Así pues, que el bien se impone sobre cualquier tipo de mal que se le pueda causar a otra persona. Las bienaventuranzas, (cfr. Mateo 5, 1-12), son un excelente modelo para aquellos que deseen organizar sus vidas, de tal manera que ésta sea agradable a Dios y útil a la sociedad.

Virtudes teologales, punto de apoyo

La Teología propone también una vida sana tomando como punto de apoyo las virtudes teologales. Ellas, fundan animan y caracterizan el obrar moral del cristiano. Informan y vivifican todas las virtudes morales. Son infundidas por Dios en el alma de los fieles para hacerlos capaces de obrar como hijos suyos y merecer la vida eterna. Son la garantía de la presencia y la acción del Espíritu Santo en las facultades del ser humano.


Tres son las virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad. (cfr. Catecismo 1813). La fe es una virtud que permite conocer y hacer la voluntad de Dios. Las personas aprenden a ser justas y viven por su fe. (cfr. Romanos 1,17). La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica para ordenarlas al Reino de los cielos; protege del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. El impulso de la esperanza preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad. (cfr. Catecismo 1818).

Jesús hace de la caridad el mandamiento nuevo (cf Juan 13,34). Amando a los suyos ‘hasta el fin’ (Juan 13,1), manifiesta el amor del Padre que ha recibido. Amándose unos a otros, los discípulos imitan el amor de Jesús que reciben también en ellos. Por eso Jesús dice: ‘Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor’ (Juan 15,9). Y también: ‘Este es el mandamiento mío: que os améis unos a otros como yo os he amado’ (Juan 15,12). (cfr. Catecismo 1823).

El apóstol san Pablo propone la caridad, como un medio efectivo para lograr una vida sana, que tiene en cuenta a los demás, que purifica el pensamiento, que orienta la razón, que se centra en lo justo: “La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta (1 Corintios 13,4-7). La caridad es la mayor de las virtudes, (cfr. 1 Corintios 13,13).

El Papa desea una Iglesia sana espiritualmente

El Santo Padre Francisco, advierte en su exhortación apostólica Gaudete et exsultate, del 19 de marzo del 2018; hablando sobre el llamado a la santidad de vida, un conjunto de 6 actitudes que son contrarias y nocivas para poder llevar una vida sana y espiritual: El reto no se puede perder: Una vida sana y una mente sana.

Me parece que debemos reconocer el esfuerzo del Papa Francisco en su tarea apostólica de querer una Iglesia sana espiritualmente. Él mismo lo ha indicado a través de sus discursos, homilías y alocuciones. El Santo Padre, quiere que seamos una Iglesia, de la “periferia”, de los pobres, de los necesitados.

Que podamos llegar al nivel de ser apóstoles de Dios en el mundo, con una vida sana y ejemplarizante, que conecte directamente con lo que anunciamos y predicamos. Así pues, el Papa insiste reiteradamente en que cada uno de nosotros tome conciencia de la necesidad de que lo que creemos coincida con lo que hacemos, o con lo que predicamos.

Basta citar dos homilías en la Casa Santa Marta, donde el Papa hace hincapié en el comportamiento de nosotros como hombres y mujeres de fe. No es comprensible una persona que cree, o que predica el Evangelio y a su vez, alguien que hace todo lo contrario con sus semejantes, eso no es una vida sana.

Dar un verdadero testimonio

El Pontífice señala que en materia de fe hay que evitar los escándalos. “El cristiano no es uno que se compromete a ser más bueno de los otros, sino que sabe ser pecador como todos”. Jesús enseñó la oración del Padrenuestro tomando distancia de dos grupos de su tiempo: los hipócritas y los paganos. Y alertó a los cristianos a vivir la fraternidad y a evitar los escándalos. “Cuántas veces nosotros, vemos el escándalo de aquellas personas que van a la Iglesia, están todo el día allí o van todos los días, pero después viven odiando a los otros o hablando mal de la gente, esto es un escándalo. Mejor no ir a la Iglesia, vive así como ateo, pero si tú vas a la Iglesia vive como hijo, como hermano, y da un verdadero testimonio, no un anti-testimonio” (cfr. Homilía en la casa santa Marta, el 2 de enero 2019).

En el mismo ambiente el Santo Padre advirtió que la vida de un creyente, una vida sana y ejemplarizante debe tener su concreción en la fe: “el segundo mandamiento también es concreto”. “Amar, amarnos los unos a los otros, amor concreto, no amor de fantasía: ‘Te quiero, cuánto te quiero’ y luego con mi lengua te destruyo, con los chismes. No, no, no. Amor concreto. Es decir, los mandamientos de Dios son la concreción y el criterio del cristianismo es la concreción, no las ideas y las palabras hermosas. Concreción. Y este es el reto”.

Refiriéndose al apóstol aan Juan, un “apasionado de la Encarnación de Dios”, el Pontífice subrayó que “la vida del cristiano es concreción de la fe en Jesucristo y en la caridad, pero también es lucha, porque recibimos siempre ideas o falsos profetas que proponen un Cristo ‘suave’, sin carne y el amor hacia el prójimo un poco relativo… ‘Sí, estos están de mi parte, ellos, no’”, (cfr. Homilía, Papa Francisco, Casa Santa Marta, 7 de enero 2019)

Retos en Gaudete et exsultate

Pensemos ahora en los retos en la vida de los cristianos que propone Francisco en su Exhortación Apostólica: Gaudete et exsultate:

  • Egoísmo o interés: “La justicia que propone Jesucristo no es como la que busca el mundo, manchada por intereses mezquinos, manipulada para un lado o para otro” (Gaudete et exsultate, 78)
  • Consumismo: “Puede jugarnos una mala pasada, porque en la obsesión por pasarla bien, terminamos excesivamente concentrados en nosotros mismos. Será difícil que nos ocupemos y dediquemos energías a dar una mano a los que están mal si no cultivamos una cierta austeridad, si no luchamos contra esa fiebre que nos impone la sociedad de consumo para vendernos cosas, y que termina convirtiéndonos en pobres insatisfechos que quieren tenerlo todo y probarlo todo.  (Gaudete et exsultate, 108).
  • Éxito y placeres: “Entonces no caigamos en la tentación de buscar la seguridad interior en los éxitos, en los placeres vacíos, en las posesiones, en el dominio sobre los demás o en la imagen social: ‘Os doy mi paz; pero no como la da el mundo’ (Jn14,27)’ (Gaudete et exsultate, 121).
  • Bombardeo Mediático: “(…) El consumo de información superficial y las formas de comunicación rápida y virtual pueden ser un factor de atontamiento que se lleva todo nuestro tiempo y nos aleja de la carne sufriente de los hermanos” (Gaudete et exsultate, 108).
  • Violencia verbal y virtual: “También los cristianos pueden formar parte de redes de violencia verbal a través de internet y de los diversos foros o espacios de intercambio digital” (Gaudete et exsultate, 115).
  • Injusticia: “No podemos plantearnos un ideal de santidad que ignore la injusticia de este mundo, donde unos festejan, gastan alegremente y reducen su vida a las novedades del consumo, al mismo tiempo que otros solo miran desde afuera mientras su vida pasa y se acaba miserablemente” (Gaudete et exsultate, 101).

Proyecto de vida hacia la santidad

Hay que pensar en un proyecto de vida, hacia la santidad. El mundo moderno no ofrece espacios para una vida santa, agradable a Dios, útil para la sociedad. Es un mundo controvertido en sus ideas, en sus planteamientos éticos y morales, en sus comportamientos. Nuestro proyecto de vida debe contener las siguientes advertencias según el mismo texto del Papa:

  • No desconocer lo que nosotros somos. Cuando no existe un reconocimiento de nuestros límites como seres humanos, eso impide que la gracia de Dios, actúe en nosotros. “La gracia actúa históricamente y, de ordinario, nos toma y transforma de una forma progresiva. Por ello, si rechazamos esta manera histórica y progresiva, de hecho podemos llegar a negarla y bloquearla, aunque la exaltemos con nuestras palabras” (Gaudete et exsultate, 50).
  • Hay que estar vigilantes ante la corrupción espiritual. El Papa Francisco también habla de la mundanidad espiritual. “La corrupción espiritual es peor que la caída de un pecador, porque se trate de una ceguera cómoda y autosuficiente, donde todo termina pareciendo ilícito” (Gaudete et exsultate, 164-165).
  • La vanidad y el orgullo, lesionan fuertemente el camino hacia la santidad de vida. “Un santo no es alguien raro, lejano, que se vuelve insoportable por su vanidad, su negatividad y sus resentimientos”. (Gaudete et exsultate, 93)
  • Sentirse satisfecho de sí mismo, se puede convertir como una piedra en el zapato, para lograr una vida en santidad. “Cuando el corazón se siente rico, está tan satisfecho de sí mismo, que no tiene espacio para la Palabra de Dios, para amar a los demás, ni para gozar de las cosas más grandes de la vida” (Gaudete et exsultate, 68).
  • La doblez, la mentira y la falsedad, se oponen a una personalidad sana. “Lo que más hay que cuidar es el corazón” (Proverbios 4,23) (Gaudete et exsultate, 84).
  • La tristeza y la ingratitud, no son signos de santidad. “Es tanto lo que recibimos del Señor, ‘para que lo disfrutemos’ (1Tm 6,17), que a veces la tristeza tiene que ver con la ingratitud, con estar tan encerrado en sí mismo que uno se vuelve incapaz de reconocer los regalos de Dios” (Gaudete et exsultate, 126).
  • La ausencia del silencio, impiden la meditación, la reflexión personal, la contemplación. “Todo se llena de palabras, de disfrutes epidérmicos y de ruidos con una velocidad siempre mayor. Allí no reina la alegría sino la insatisfacción de quien no sabe para qué vive” (Gaudete et exsultate, 29).
  • La mediocridad, como algo escaso de valor o hecho con el mínimo esfuerzo. Dice el Papa Francisco: “Nadie resiste si opta por quedarse en un punto muerto, si se conforma con poco o deja de soñar (…)” (Gaudete et exsultate, 163).
  • Absolutizar el tiempo libre, eso desnaturaliza la experiencia espiritual. Utilizar sin límites, los dispositivos modernos, las redes, etc. (Gaudete et exsultate, 30).
  • Las críticas y las habladurías. Personas que se dedican a criticar, a destruir a los demás, a cambiar el contenido de lo que escuchan, a exagerar la situación de los demás. Ese tipo de vida tan común en nuestra cultura, no es medio para la santidad de vida. (Gaudete et exsultate, 87).