Mi autobiografía es…la cruz

Vídeo semanal de Se Buscan Rebeldes

Autobiografía cruz
Cruz © Cathopic. Exe Lobaiza

Ofrecemos a los lectores el vídeo semanal del canal de evangelización católico Se Buscan Rebeldes, en el que el sacerdote Ignacio Amorós Rodríguez habla sobre su autobiografía y la tuya, la cruz.

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¿Sabes cuál es mi autobiografía? ¿Tu autobiografía? Quédate con nosotros y descúbrelo.

En los últimos años, sin pretenderlo mucho, he hecho algún intento de escribir algo que creo que pudiera merecer la pena leer… Y he escrito y contribuido en algunos libros. Uno se llama Se buscan rebeldes, como este canal, y cuenta la historia de hombres jóvenes, compañeros míos, que decidieron entregar su vida para seguir a Dios en el sacerdocio. Otro se llama El misterio de la sed de Jesús. Madre Teresa, que trata sobre mi santa favorita y que llevo en el corazón. Y otros libros como la Revolución de Dios y el Vía Crucis de la misericordia, que recogen parte del contenido de nuestro canal y que nos habéis pedido muchos de los que nos seguís. Y, la verdad que, en fin, no sé… Alguno me podría decir: “Sí, has trabajado duro y demás”, y es verdad, estoy contento de poder publicar algo sobre Jesús, la fe católica y algunos santos.

Mi autobiografía, tu autobiografía

Aun así, debo confesar que he escrito una autobiografía de la que no estoy muy orgulloso. La autobiografía que he escrito yo, y que has escrito tú, es esta: el crucifijo. Sí, he escrito algunos libros, pero en realidad esta es mi verdadera autobiografía, es la historia de mi vida. Como dijo Fulton Sheen, lamentablemente yo he escrito esta historia, y tú has escrito esta historia.

  • Cada vez que miro la corona de espinas, reconozco que sí, yo he escrito eso, con mi soberbia, mi orgullo, cuando he querido quedar por encima de los demás, cuando he despreciado a otros… Cuando me he elegido a mí mismo por encima de los demás… Cuando he querido ser reconocido, he querido llamar la atención… he puesto a Jesús la corona de espinas. Él es el que es el Rey, y yo he intentado destronarle, y le he escrito esto, coronándolo de espinas.
  • Cuando miro las manos de Jesús clavadas en la cruz reconozco mis pecados de avaricia y gula, las veces en las que he me he apropiado de lo que no era mío. Sí, yo he escrito esto.
  • Cuando miro las llagas de sus pies reconozco las veces en las que he huido de su amor, o no he querido hacer su voluntad. Cuando no he sido fiel y he dejado de lado a Dios.
  • Las llagas de su cuerpo las he escrito con mis pecados de la carne, mi comodidad, mi pereza… Sí, yo he escrito eso.
  • Cuando miro los labios rotos de Cristo, de aquellos que le pegaban puñetazos, golpes… En los escupitajos… Reconozco que yo he escrito eso las veces en las que he mirado con desprecio a los demás, cuando he golpeado física o verbalmente a otros, cuando me he dejado llevar por mi carácter… Y esas veces en las que he murmurado y he hablado mal de otros… Mis blasfemias… Sí, yo he escrito eso. He herido los labios de Jesús.
  • En sus hombros dislocados reconozco mis pecados de omisión, de no haber ayudado a aquellos que necesitaban mi ayuda, y he sobrecargado los hombros de Jesús. Sí, yo he escrito eso.
  • Cuando veo a Jesús desnudo, porque murió completamente desnudo… Cuando veo a Jesús que le han arrancado la ropa… Reconozco mis pecados de lujuria, cuando he arrancado la ropa de los demás con mi mirada impura, o he ensuciado a los demás con mis actos… Sí, yo he escrito eso.
  • Y cuando miro su costado abierto reconozco todas las veces en las que le he roto el corazón a Jesús. Y las veces en las que he herido a Dios en las personas que quiero.

La vida de todos nosotros ha sido escrita. Sí, hemos escrito esto. La tinta ha sido la sangre de Jesús y el lienzo su cuerpo sagrado.

El pecado es ofender, hacer daño a la persona a quien amamos. Por eso, el crucifijo es nuestra autobiografía.

Signo de vergüenza y de esperanza

Sí, esta es mi autobiografía, esta es tu autobiografía, y cuando sujeto este crucifijo, reconozco que la cruz es el signo de mi vergüenza. Realmente es un símbolo de mi vergüenza. Siento vergüenza de esto, porque yo he causado la cruz. Y no quiero que esta sea mi historia.


Pero Jesús es tan misericordioso que ha convertido la señal más grande de mi vergüenz en señal de esperanza. Lo que Jesús hizo el Viernes Santo, Sábado Santo y el Domingo de Resurrección, es que transformó todas estas señales de mi vergüenza, de mi debilidad, de mi miseria… en un símbolo de esperanza. Sí, yo he hecho todas estas cosas, yo he provocado estas heridas, pero el crucifijo nos dice que, a pesar de ello, el amor de Jesús es imparable. Jesús no deja de amarnos. Ninguna de mis miserias puede hacer a Jesús dejar de amarme, ninguno de mis pecados puede agotar el amor de mi Cristo, de mi Salvador, porque “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Rom 5, 20).

Esta es mi historia. Esta es mi autobiografía. Y siento vergüenza y dolor. Y, ¿cuál fue la respuesta de Dios a mi historia? La respuesta de Dios fue un amor más grande. Dios responde a mi pecado, a tu pecado, con su amor incondicional, con su amor misericordioso. Dios no te ama a pesar de tus pecados, sino que Dios te ama con ellos. En la cruz, Dios responde con un amor que lo hace todo nuevo y eso nos llena de esperanza. “La prueba del amor está en que siendo nosotros pecadores, dio su vida por nosotros” (Rm 5, 8).

Debemos tener cuidado, como escribió Madre Teresa: “El diablo puede utilizar las heridas de la vida, y a veces nuestros propios errores, para sentir que es imposible que Jesús realmente nos ame”. Pero eso no es así. “Jesús, desde la cruz, dice: “Tengo sed” (Jn 19, 28). Él tiene sed de ti. Suspira por ti. Él te ama siempre, incluso cuando no te sientes digno. Cuando no eres aceptado por otros, incluso por ti mismo algunas veces. “Él es el único que siempre te acepta”. Nada puede llenarnos de tanta alegría y paz que saber que Dios nos ama como somos, incondicionalmente, y nos lo demuestra dando la vida en la cruz. No hay amor más grande que el de Jesús, que responde a mi autobiografía, escribiendo una nueva historia: la historia de las misericordias de Dios en mi vida.

Por eso, cuando recuerdo mis pecados, beso las llagas del Crucificado porque me recuerdan su amor. Y cuando la desesperanza y la tentación me asalten, me meto en la llaga del costado y me dejo envolver por el amor misericordioso de Dios que me dice: mi amor es mayor que tu pecado.

Cuando miro mi crucifijo todos los días, veo el signo de mi vergüenza, pero a la vez, veo el signo de mi esperanza, el signo del amor misericordioso de Dios por mí y por ti. Y me encanta ver un crucifijo en las iglesias, y tenemos la costumbre de llevar una cruz en el bolsillo o colgado en el pecho… Porque cada vez que miro el crucifijo me enamoro más de Jesús, recuerdo cuanto me ama Dios. Este es Jesús, que “me amó y se entregó por mí” (Gal 2, 20).

Esta es mi autobiografía, tu autobiografía, y por eso, siento vergüenza al mirar la cruz porque me recuerda mi pecado; pero a la vez amo la cruz porque la necesito, porque me recuerda el amor de Jesús por mí.

Jesús, con su cruz, transforma mi vergonzosa autobiografía, en la gloriosa historia de su misericordia conmigo.