El Papa llama a renunciar a las ‘ventajas’ de la explotación esclava

Respuesta a la carta abierta del escritor Maurizio Maggiani

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Cárcel © Vatican Media

El Papa Francisco respondió al novelista italiano Maurizio Maggiani, que hace unos días escribió una carta abierta al Pontífice en el periódico genovés Secolo XIX, confesando su “vergüenza” al saber que sus libros se imprimen a costa de la explotación esclava de inmigrantes. El Santo Padre llama a renunciar a las “ventajas” procedentes de este tipo de “mecanismos de muerte”.

Vatican News relata que la carta del Papa, firmada a 9 de agosto de 2021, festividad de Edith Stein, copatrona de Europa, ha sido publicada como respuesta a la propia de Maggiani, que vio la luz en el diario el 1 de agosto, en la que señaló el dolor que sintió al saber que la producción de sus novelas pasaba también por una empresa y fábrica subcontratada acusadas de explotar criminalmente el trabajo de pakistaníes.

Avergonzado de sí mismo

Maggiani, que se define como no creyente, expresa lo siguiente: “Las historias que me gusta contar y que siento el deber de contar son las historias de los silenciosos, de los últimos y de los humildes”, pero la indiferencia a su por qué encontrada en sus colegas, “como si fuera una cuestión ociosa”, le empujó a dirigirla a “Su Santidad, porque, con toda mi búsqueda no veo ninguna otra autoridad moral que además de tener voz fuerte esté dispuesta a escuchar, a preguntar antes de juzgar”.

“Me sentí avergonzado de mí mismo, de ser tan cuidadoso de mantener las manos limpias y de no utilizar productos sospechosos de explotación esclava, y sin embargo”, confiesa el escritor.

“Nunca he reflexionado sobre la evidencia de que mi trabajo de novelista, tan noble”, forma “parte de una cadena del sistema de producción, la que llamamos modestamente cadena de suministro, no diferente de cualquier otra, y por tanto susceptible de las mismas aberraciones”, argumenta.

Ver lo invisible

El medio vaticano ilustra cómo el Obispo de Roma responde al escritor destilando uno de los pensamientos clave de su magisterio: “No haces una pregunta ociosa, porque lo que está en juego es la dignidad de las personas, esa dignidad que hoy se pisotea con demasiada frecuencia y facilidad con el ‘trabajo esclavo’, con el silencio cómplice y ensordecedor de muchos”.

“Lo vimos durante el encierro, cuando muchos descubrimos que detrás de la comida que seguía llegando a nuestras mesas había cientos de miles de trabajadores sin derechos: invisibles y los últimos -¡aunque primeros! – escalones de una cadena que, para proporcionar alimentos, privó a muchos del pan de un trabajo decente”, añade.


Pero en realidad, continúa el Sucesor de Pedro, asociar este tipo de infamia a la literatura “es quizás más chocante” si lo que el Papa llama “pan de almas, expresión que eleva el espíritu humano”, está “herido por la voracidad de una explotación que actúa en la sombra, borrando rostros y nombres”.

Así, si se publica algo que se basa en una injusticia es “en sí mismo injusto” y “para un cristiano toda forma de explotación es un pecado”, recuerda.

Trabajo que hacer

La solución, sin embargo, no pasa por la rendición. “Renunciar a la belleza sería un retroceso a su vez injusto, una omisión del bien”, dice el Papa Francisco, que sugiere una reacción basada en dos verbos. La primera es “denunciar” los “mecanismos de muerte”, las “estructuras de pecado”, llegando a escribir “incluso cosas incómodas para sacarnos de la indiferencia, para estimular las conciencias, perturbándolas para que no se dejen anestesiar por el ‘no me interesa, no es asunto mío, ¿qué puedo hacer si el mundo va así?’”.

El segundo verbo es “renunciar”. Al agradecer a Maggiani que haya escrito lo que ha escrito sin calcular los “rendimientos de la imagen”, el Santo Padre sostiene que, además del valor de denunciar, se necesita el valor de renunciar. Renuncia “no a la literatura y a la cultura sino a los hábitos y a las ventajas que, hoy en día, donde todo está conectado, descubrimos, debido a los perversos mecanismos de explotación, que dañan la dignidad de nuestros hermanos y hermanas”.

“Es una señal poderosa», insiste, “renunciar a posiciones y comodidades para hacer sitio a los que no lo tienen”. Llegar a “decir no, por un sí mayor”, hacer “objeción de conciencia para promover la dignidad humana”.

La cultura, voz de los humillados, no del mercado

El Pontífice también reitera que ama a Dostoievski “no sólo por su profunda lectura del alma humana y su sentido religioso, sino porque eligió contar vidas pobres, ‘humilladas y ofendidas’”.

Es una consideración que suscita un llamamiento: frente a los muchos humillados y ofendidos de hoy, sin prácticamente nadie que los haga “protagonistas, mientras el dinero y los intereses mandan”, “la cultura no debe dejarse subyugar por el mercado”.