«Pastores modernos: compartir el Evangelio en la periferia del siglo XXI»

Audiencia: Delegación de jóvenes de la Fraternidad Misionera de las Ciudades

Vatican Media

Este jueves, 4 de enero de 2024, el Santo Padre Francisco ha recibido en audiencia a una delegación de jóvenes de la Fraternidad Misionera de las Ciudades.

Recargarse espiritualmente ante las tumbas de San Pedro y San Pablo para revivir «el impulso generoso y misionero de la Iglesia primitiva». Este es el motivo de la peregrinación a Roma de una delegación de jóvenes pertenecientes a la Fraternité missionnaire des Cités, es decir la Fraternidad Misionera de las Ciudades.

El Papa Francisco se reunió con ellos en el Vaticano y, en el ambiente navideño de estos días, en el texto entregado los invitó a contemplar el belén

Publicamos a continuación el texto del saludo que fue preparado por el Papa para la ocasión:

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Palabras espontáneas del Santo Padre

[Merci beaucoup pour votre visite. Je suis hereux de vous recevoir.

Este es el discurso que les dirigiré, se lo entregaré, para que lo tengan escrito.

Y les agradezco mucho esta visita, esta actitud alegre. Porque parece que no se puede hablar sin cantar. Y que no se puede cantar sin moverse. Es decir, la palabra que se convierte en danza. ¡Esto es interesante!]


Discurso del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!

Me alegra encontrarme con ustedes, miembros de la «Fraternité Missionnaire des Cités», durante su peregrinación a Roma. Han venido a recargarse espiritualmente ante las tumbas de san Pedro y san Pablo, para extraer de las fuentes vivas de la Iglesia el amor de Cristo, que se entrega sin cesar a todos los hombres. Que el Espíritu Santo, con el ejemplo y la intercesión de estas dos columnas de la Iglesia, reavive en vosotros el celo generoso y misionero de la Iglesia primitiva.

Mientras seguimos inmersos en la luz de la Navidad, los invito a contemplar el pesebre. Vemos un lugar sencillo y pobre, un suburbio, una banlieue de la época. Los pastores que acuden a la cuna son marginados con mala reputación. Sin embargo, es a ellos primero a quienes se anuncia el Evangelio de la salvación. Son pobres, pero tienen el corazón bien dispuesto. Ésta es también su experiencia. Y no tienen que ir muy lejos, en su servicio al corazón de las ciudades, para descubrir las periferias existenciales de nuestras sociedades, que la mayoría de las veces están al alcance de la mano, en su barrio, en la esquina de la calle, en el mismo rellano. A ustedes les corresponde llevar el mensaje que se dio a los pastores: «No teman: porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo» (Lc 2,10).

Por eso, no tengan miedo de dejar su seguridad para compartir la vida cotidiana de sus hermanos y hermanas. Incluso entre ellos, muchos tienen el corazón abierto y esperan, sin saberlo, la buena noticia.

Queridos amigos, los invito a vivir generosamente la fraternidad en el medio de los barrios, a una apertura de los corazones, de las manos, de las orejas, para una acogida sincera. La fraternidad es la levadura de paz que necesitan las periferias: permite que cada uno se sienta acogido tal como, es, donde está. Les exhorto a que en cada uno de sus encuentros, descubran en sus hermanos la presencia del Señor Jesús, y muestren la presencia de un Dios compasivo, un Dios que quiere expresarse y actuar a través de sus gestos, sus palabras, su simple presencia; un Dios paciente, que se mueve siguiendo el paso de cada persona, con sus heridas, sus rebeldías, sus enojos.

Sé también cuánto la violencia, la indiferencia y el odio pueden a veces marcar los barrios: hoy tienen la misión valiente y necesaria de llevar la cercanía, la compasión y la ternura de Dios a las personas a menudo privadas de dignidad y de amor.

Queridos hermanos y hermanas, gracias por lo que hacen, ¡sigan adelante! Les encomiendo a cada uno de ustedes, y a todos los miembros de su Fraternidad a la intercesión de la Virgen María, y les bendigo de corazón. Por favor, no se olviden de rezar por mí. Gracias.