Cátedra de San Pedro, fiesta de unidad con el Papa

Celebración del primado y la autoridad de San Pedro

Cátedra San Pedro
Statio orbis del Papa Francisco por el fin de la pandemia, 27 marzo 2020 © Vatican Media

La liturgia celebra hoy la Cátedra de San Pedro con la que se rinde homenaje y se celebra el primado y la autoridad de san Pedro, fiesta que fomenta la fidelidad y unidad con el Papa. Hoy es un día para unirnos en especial oración por el Sucesor de Pedro, nuestro Papa Francisco.

De acuerdo al sistema informativo vaticano, la “cátedra”, literalmente, es la sede fija del obispo, localizada en la iglesia madre de una diócesis. Por este motivo, es llamada “catedral”, y es el símbolo de la autoridad del obispo y de la enseñanza evangélica que, como  sucesor de los Apóstoles, está llamado a conservar y transmitir.

La fiesta de la Cátedra de San Pedro es una tradición muy antigua, atestiguada en Roma desde el siglo III, a través de la cual se da gracias a Dios por la misión encomendada al apóstol san Pedro y a sus sucesores.

Recordemos que el propio Jesús eligió a Simón Pedro, otorgándole la autoridad pastoral y magisterial, como recuerda el Evangelio de la liturgia de esta fiesta (Mateo 16, 13-19).: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. Y también le dijo: “Pero yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú, después que hayas vuelto, confirma a tus hermanos” (Lc XXII, 32).

Se puede considerar que la primera “sede” de la Iglesia fue el Cenáculo, donde Jesús se reunió con los discípulos para la Última Cena y donde recibieron, con la Virgen María, el don del Espíritu Santo.

Sede de Antioquía y sede de Roma

Después, Pedro se trasladó a Antioquía, ciudad evangelizada por Bernabé y Pablo donde los discípulos de Jesús fueron llamados por primera vez “cristianos” (Hechos 11:6). Allí Pedro fue el primer obispo. Esta es la razón por la que Antioquía tenía una fiesta propia de la Cátedra de Pedro que se celebraba el 22 de febrero.

Más tarde, Pedro se dirigió a Roma, centro del Imperio, donde se produjo su martirio al servicio del Evangelio. Por ello, la sede de Roma fue reconocida como la del sucesor de Pedro, y la “cátedra” de su obispo representó la del Apóstol que recibió el encargo de Cristo.


Hasta 1960 existían dos fiestas de la Cátedra de San Pedro: la del 18 de enero, dedicada a la sede de Roma; y la del 22 de febrero, referida a la sede de Antioquía. En 1960, el papa Juan XXIII unificó ambas fiestas suprimiendo la del 18 de enero.

Servicio del Obispo de Roma

En el Ángelus del 22 de febrero de 2004, san Juan Pablo II, recordó que esta festividad de la Cátedra de san Pedro, “pone de relieve el singular ministerio, confiado por el Señor al jefe de los Apóstoles, de confirmar y guiar a la Iglesia en la unidad de la fe. En esto consiste el ministerium petrinum, el servicio peculiar que el Obispo de Roma está llamado a prestar a todo el pueblo cristiano. Una misión indispensable, que no se apoya en prerrogativas humanas, sino en Cristo mismo como piedra angular de la comunidad eclesial”.

“Oremos para que la Iglesia, en la variedad de las culturas, las lenguas y las tradiciones, sea unánime al creer y al profesar las verdades de fe y de moral transmitidas por los Apóstoles”, añadió.

Fidelidad, unión con el Papa

San Josemaría Escrivá, por su parte, explicaba que la Iglesia es Apostólica por constitución: “la que verdaderamente es y se llama Católica, debe juntamente brillar por la prerrogativa de la unidad, la santidad y la sucesión apostólica. Así, la Iglesia es Una, con unidad esclarecida y perfecta de toda la tierra y de todas las naciones, con aquella unidad de la que es principio, raíz y origen indefectible la suprema autoridad y más excelente primacía del bienaventurado Pedro, príncipe de los Apóstoles, y de sus sucesores en la cátedra romana”.

Y, prosigue, “no existe otra Iglesia Católica, sino la que, edificada sobre el único Pedro, se levanta por la unidad de la fe y por la caridad en un solo cuerpo conexo y compacto”.

“Contribuimos a hacer más evidente esa apostolicidad, a los ojos de todos, manifestando con exquisita fidelidad la unión con el Papa, que es unión con Pedro. El amor al Romano Pontífice ha de ser en nosotros un hermosa pasión, porque en él vemos a Cristo. Si tratamos al Señor en la oración, caminaremos con la mirada despejada que nos permita distinguir, también en los acontecimientos que a veces no entendemos o que nos producen llanto o dolor, la acción del Espíritu Santo”, concluye (Amar a la Iglesia, 30).