Eucaristía y pandemia: No tengan miedo

“El máximo éxito de una persona es su cercanía a Dios”

Eucaristía pandemia
Eucaristía © Cathopic. Gaby Arevalo

El sacerdote Antonio Ducay ofrece a los lectores de Exaudi esta reflexión titulada “No tengan miedo”, sobre la importancia de la Eucaristía: “En esta época en que, por la pandemia, nos resulta más difícil comulgar, quizá es tiempo oportuno para que la deseemos más”.

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Un Lunes Santo, de hace años, alguien entró en la iglesia de un pueblo, robó del sagrario el copón con las formas consagradas, y las botó en una chacra. El párroco, tocó las campanas, los habitantes se volcaron en buscar las formas, sin encontrarlas. Al día siguiente llovió. Dos días después del robo, Miércoles Santo, encontraron las formas en el suelo de la chacra. Les sorprendió que, aunque había llovido, estaban en perfecto estado. Las formas se conservaron incorruptas, años después. Pocos años después, estalló en ese país, España, una guerra civil, que duró de 1936 a 1939.

Fueron escondidas en un hueco de una puerta. También se mantuvieron en perfecto estado. El pueblo se llama Silla, y está cerca de Valencia (España). Aunque han pasado muchos años, se mantienen intactas hasta hoy y se muestran en una custodia ricamente adornada.

Sabemos, por la fe, que en las formas que consagra el sacerdote durante la Misa, ahí está Dios. No es algo bendito, sagrado, es mucho más. Hace unos días hemos celebrado la Resurrección de Jesucristo. Dentro de unas semanas celebraremos su Ascensión a los cielos, que no es como irse a otra galaxia sino poner fin a su vida humana sobre la tierra. Pudo irse y dejarnos, pero ha querido quedarse con nosotros, con cada uno. “Yo estaré con ustedes, todos los días, hasta el fin del mundo,” nos dijo.

Como nos resulta muy difícil de creer que ahí esté Dios, en toda su realidad divina y humana, aunque no visible, el mismo Dios nos ayuda a creerlo con milagros eucarísticos. Hay muchos y muy comprobados.


Es muy bueno hacer un acto de fe: “Señor, aunque me resulta difícil creerlo, creo que estás ahí, que eres el mismo que naciste en Belén, que cambiaste el agua en vino en Caná, que caminaste por Galilea y Judea, que luego te clavaron en la cruz y resucitaste por ti mismo, porque eres Dios.” Después de hacer este acto de fe, casi seguro notaremos una gran paz.

En esta época en que, por la pandemia, nos resulta más difícil comulgar, quizá es tiempo oportuno para que la deseemos más.

El Papa Francisco nos ha recomendado muchas veces la Eucaristía. Recientemente he visto un video suyo, de un minuto, me ha impresionado. En él comienza diciéndonos “no tengan miedo”. Viene muy bien en este tiempo en que el virus lo vemos como un enemigo escondido que no se sabe por dónde me puede atacar. El miedo es un sentimiento que no lo puedo evitar, pero, que si no quiero, se queda fuera de mí y no penetra. Si lo meto dentro de mí, me cambia, me paraliza, me encierra entre cuatro paredes y me hago daño. Puedo sentir miedo y, al mismo tiempo, tener una gran paz interior.

El extremo contrario es ser irresponsable ante el riesgo del virus y ponerse en peligro y a las personas del entorno, familiar o social.

Lo inteligente y lo prudente es no aceptar el miedo y ser prudentes, tomar precauciones en las actividades personales, también las de ocio o diversión.

En el video citado, el Papa nos dice dos veces “no tengan miedo” y con mucho sentido de la realidad nos hace ver lo que hace un niño cuando se asusta, va a cobijarse en su madre o en su padre. Nosotros podremos tener alguna vez sentimientos parecidos al miedo, y haremos lo mismo, ir a nuestro Padre Dios, presente físicamente en la Eucaristía o también, de modo distinto, a nuestro lado. El Papa tuvo un gesto sorprendente: sacó del bolsillo de su sotana blanca un Rosario y nos lo mostró, nos dijo: “si me permiten un consejo, recen el Rosario”. Un consejo que vale oro. Y dos recursos que dan una gran paz, en todo momento, recurrir a mi padre Dios, en el Rosario, por mediación de nuestra madre santa María. Acabo de leer de un autor bien acreditado una frase que dice mucho: “el máximo éxito de una persona es su cercanía a Dios”. Hay mucho otros éxitos en la vida, más o menos importantes y pasajeros, pero este es el más grande.