George Steiner, el huésped incómodo

Steiner, a él se puede acudir para aprender del rigor académico, la importancia de las humanidades. Para saborear la alegría, vivir de esperanza y vivir como hijo de Dios, en cambio, habrá que acudir a otros maestros

George Steiner y Nuccio Ordine son dos grandes escritores de profunda formación humanística, unidos por el amor a las letras como por una noble amistad. Nuccio Ordine escribió George Steiner, el huésped incómodo. Entrevista póstuma y otras conversaciones (Acantilado, 2023). En este breve texto recoge la entrevista que le hizo a Steiner con el encargo de que se publique a su muerte, acaecida en el 2020. Y así lo hizo: una entrevista póstuma convertida, al mismo tiempo, en un libro póstumo de Ordine quien falleció en junio de 2023 a los 65 años. Ya solo este hecho de la “vida prestada” y de que la muerte llega a cualquier hora del día me ha dado mucho que pensar.

El libro tiene una larga introducción en la que Ordine traza el perfil intelectual de Steiner con la delicadeza del amigo y la agudeza del profesor, enlazando las declaraciones del entrevistado y algunas de las obras emblemáticas de su interlocutor. Y así, Ordine califica a Steiner como el huésped incómodo en los ámbitos en los que fue acogido. Conocedor de la cultura occidental, no dejó de elogiarla a la vez que señaló sus derivas negativas. Judío de nacimiento, aunque no practicante, ni creyente. Defensor de sus raíces judías, pero no sionista considerando que del sionismo no se sigue la creación de un Estado independiente. Crítico con la deriva occidental que llevó al exterminio de los judíos e, igualmente, de un hondo talante pacifista, condenando toda violencia venga de donde venga. Fustigó el oficio de los críticos literarios cuando olvidan su papel de carteros: el buen crítico actúa como el sobre que porta la carta y no al revés.

Steiner fue un maestro apasionado. Señala que “preparar una lección, leer un clásico, escribir un ensayo, dialogar con los estudiantes son aspectos diversos de una misma pasión, de una única exultación, de un privilegio que otorga un sentido fuerte a la vida de quien enseña (p. 27). (…) Enseñar con seriedad es poner las manos en lo que tiene de más vital un ser humano (p. 29)”. A lo que Ordine agrega: “recitar unos versos par cœur (o como se dice también en inglés, by heart) no significa sólo aprender de memoria. Significa sobre todo «aprender de corazón». También aquí las palabras de Steiner suenan como una advertencia contra las vacuas pedagogías hedonísticas que, hace ya muchas décadas, han demonizado en las escuelas y en las universidades el rito de aprender poesía de memoria (p. 31 y 32)”. Es decir, ni la racionalidad ni el pensamiento escrito deben prescindir de la memoria y la imaginación. Con estas facultades recitamos versos y pasajes de textos para saborear su contenido y música. Saber no se reduce a tener la facilidad de encontrar la información en la red, saber es, también, hurgar en la interior de la memoria para enriquecer el propio discurso y la visión de la vida.


Nuccio Ordine le pregunta a Steiner qué ha significado la amistad en su vida, a lo que responde: “la amistad ha tenido un peso enorme. Y nadie lo sabe mejor que tú. Habría vivido muy mal las últimas décadas de mi vida sin ti y sin otros dos o tres amigos más con los que he mantenido una densísima correspondencia, interlocutores privilegiados con quienes he compartido una profunda intimidad afectiva (…). La amistad, la auténtica amistad, se basa en un misterio que Montaigne (intentando explicar su relación con Étienne de La Boétie) resumió en una bellísima frase: Porque era él; porque era yo (p. 76 y 77)”. Sí, los seres humanos somos sociales y dialógicos, requerimos del otro para ser, crecer, recibir y dar. La amistad forma parte esencial de las relaciones interpersonales que expanden el alma en una convergencia de admiración, intereses, cariño.

Llega la pregunta obligada y crucial: “¿Piensas que hay algo después de la muerte? La respuesta de Steiner es clara: “No… Estoy convencido de que no hay nada. Pero el momento mismo del tránsito puede ser muy interesante. Me parece infantil la reacción de quienes, después de haber pensado siempre en la nada, cambian de idea en la etapa final de su vida y se imaginan un «mundo» ultraterreno (p. 78 y 79)”. Steiner, en otras ocasiones, se refirió a la “idea” de Dios. Defendió la importancia del problema de Dios en el pensamiento. Habló de la gramática de la creación, de las presencias reales. Hasta allí llegó y no es poco. Pero, ciertamente, percibo en sus escritos la horizontalidad de su pensamiento: hay profundidad, mas no hay hondura; hay agudeza, pero no trascendencia; hay amplitud, más no hay altura. “Después de la muerte no hay nada”, dice Steiner. Es decir, sólo hay presente, escritura, cuatro idiomas, genialidad, amigos; tiempo, sin eternidad.

Steiner, un maestro, un grande de las letras. A él se puede acudir para aprender del rigor académico, la importancia de las humanidades. Para saborear la alegría, vivir de esperanza y vivir como hijo de Dios, en cambio, habrá que acudir a otros maestros.