El Papa llama a “salvaguardar nuestra casa común, preservarla de acciones perversas”

Discurso por Acto académico y Cátedra de la UNESCO sobre ecología en la Universidad Lateranense

Papa salvaguardar casa común
El Papa en el Acto Académico de la Lateranense © Vatican Media

Esta mañana, jueves 7 de octubre de 2021, el Papa Francisco ha presidido el Acto Académico para la institución del ciclo de estudios sobre “El cuidado de nuestra casa común y la protección de la creación” y la Cátedra UNESCO “Sobre el futuro de la educación para la sostenibilidad” en la Pontificia Universidad Lateranense. En su discurso, ha llamado a “salvaguardar nuestra casa común, preservarla de acciones perversas, tal vez inspiradas en la política, la economía y la educación vinculadas al resultado inmediato”.

Hoy, festividad de Nuestra Señora del Rosario, dirigiéndose a los participantes del acto, entre los que se encontraban el Patriarca Bartolomé, la directoral general de la UNESCO y el gran canciller de la Universidad, el Santo Padre ha expresado su encanto en participar del acto junto al patriarca Bartolomé, “con quien compartimos el deber de proclamar el amor a la creación y el compromiso con su cuidad”.

Papa salvaguardar casa comúnResponsabilidad y conversión ecológica

Al comienzo de su alocución, el Pontífice ha advertido del “daño que estamos haciendo al planeta ya no se limita a los daños al clima, al agua y al suelo, sino que ahora amenaza la vida misma en la Tierra”. Ante esto, continúa, “no basta con repetir declaraciones de principios que nos hagan sentir bien porque, entre otras cosas, también nos interesa el medio ambiente. La complejidad de la crisis ecológica exige responsabilidad, concreción y competencia”.

A este respecto, ha explicado que “la actividad académica está llamada a fomentar la conversión ecológica integral para preservar el esplendor de la naturaleza, ante todo reconstruyendo la necesaria unidad entre las ciencias naturales y sociales con lo que ofrece la reflexión teológica, filosófica y ética, para inspirar la norma jurídica y una visión económica sólida”.

Espíritu abierto a todos

El Papa ha recordado que la Lateranense, “en el marco del camino hacia la plena comunión eclesial, trabajará junto con la Sede del Apóstol Andrés, con una perspectiva abierta, un gran espíritu capaz de acoger la atención de las Iglesias cristianas, de las diversas comunidades religiosas, de los que buscan y de los que se declaran no creyentes”.

En otras palabras, indica, “debe ser un punto de encuentro para la reflexión sobre la ecología integral, capaz de reunir diferentes experiencias y pensamientos, combinándolos a través del método de la investigación científica”.

Papa salvaguardar casa común

Voz de los que no tienen voz

Después de relatar que las expectativas sobre desarrollo sostenible han retrocedido por no estar vinculadas a una antropología adecuada, Francisco ha destacado el desequilibrio que surgirá sin una verdadera ecología integral: “La idea de un ciclo especial de estudios, por tanto, sirve para transformar, incluso entre los creyentes, el mero interés por el medio ambiente en una misión llevada a cabo por personas formadas, fruto de una experiencia educativa adecuada”.

“Esta es la mayor responsabilidad frente a los que, a causa de la degradación del medio ambiente, están excluidos, abandonados y olvidados. Es una obra a la que las Iglesias, por vocación, y toda persona de buena voluntad están llamadas a aportar la contribución necesaria, convirtiéndose en la voz de los que no tienen voz, elevándose por encima de los intereses partidistas y no sólo quejándose”, concluye.

A continuación, sigue el texto completo del discurso de Su Santidad, traducido del original italiano ofrecido por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

***

Discurso del Papa Francisco

Su Santidad el querido Hermano Bartolomé,
Ilustre Señora Audrey Azoulay, Directora General de la UNESCO,
Gran Canciller, Magnífico Rector y la comunidad académica de Letrán,
queridos hermanos y hermanas:


Estoy encantado de estar entre ustedes en este Acto Académico dedicado a las cuestiones ecológicas y medioambientales. También pretende sentar las bases de un diálogo abierto y estructurado con todos sobre cómo conocer y escuchar la voz de nuestra casa común, que exige ser cuidada y alimentada. Se trata de un acontecimiento en el que participa el Patriarca Ecuménico Bartolomé, con quien compartimos el deber de proclamar el amor a la creación y el compromiso con su cuidado. Mientras se redactaba la Encíclica Laudato si’, la luz que provenía de él y de la Iglesia de Constantinopla era fuerte. Cuidar la creación -cito a Su Santidad- “es una forma de amar, de pasar gradualmente de lo que yo quiero a lo que el mundo de Dios necesita. Es la liberación del miedo, la codicia y la dependencia” (Conferencia en el Monasterio de Utstein, Noruega, 23 de junio de 2003).

Hoy en día, la reflexión común como discípulos de Cristo ha logrado penetrar en muchos contextos al reunir intereses a menudo distantes, como en el seno de organizaciones internacionales, conferencias multilaterales especiales dedicadas a diferentes sectores ambientales o ecosistemas. En esta perspectiva, por ejemplo, hemos preparado recientemente un Mensaje con el Patriarca Bartolomé y el Arzobispo Justin Welby, Primado de la Iglesia Anglicana, con vistas a la próxima reunión de la COP26 en Glasgow. Creo que todos somos conscientes de que el daño que estamos haciendo al planeta ya no se limita a los daños al clima, al agua y al suelo, sino que ahora amenaza la vida misma en la Tierra. Ante esto, no basta con repetir declaraciones de principios que nos hagan sentir bien porque, entre otras cosas, también nos interesa el medio ambiente. La complejidad de la crisis ecológica exige responsabilidad, concreción y competencia. Me llamó mucho la atención que uno de los científicos, en la reunión que tuvimos con ellos y también con los líderes religiosos [este 4 de octubre], este científico, presidente [de la Academia Pontificia de las Ciencias], dijera: “Mi nieta, que nació el mes pasado, tendrá que vivir en un mundo inhabitable si no cambiamos las cosas”.

Estas elecciones recuerdan la misión original de la Universitas, como lugar privilegiado de formación y preparación, donde confluyen diferentes áreas de conocimiento, donde estudiantes y profesores se reúnen para reflexionar y desarrollar creativamente nuevos caminos. La Universidad es también el lugar en el que se intenta formar una conciencia ecológica y desarrollar la investigación para proteger la casa común. La actividad académica está llamada a fomentar la conversión ecológica integral para preservar el esplendor de la naturaleza, ante todo reconstruyendo la necesaria unidad entre las ciencias naturales y sociales con lo que ofrece la reflexión teológica, filosófica y ética, para inspirar la norma jurídica y una visión económica sólida.

Papa salvaguardar casa común

En la reunión de hoy también está representada al más alto nivel la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), encargada de preservar el patrimonio cultural y natural del mundo y de promover el dinamismo de las ciencias, sobre todo a través de la educación. Me gustaría agradecer a la UNESCO la atención activa que ha prestado a esta iniciativa al lanzar una cátedra sobre el Futuro de la Educación para la Sostenibilidad.

Este es el espíritu, los supuestos y la intención que se confía al nuevo ciclo de estudios de ecología y medio ambiente que hoy se pone en marcha en esta Universidad. En el marco del camino hacia la plena comunión eclesial, trabajará junto con la Sede del Apóstol Andrés, con una perspectiva abierta, un gran espíritu capaz de acoger la atención de las Iglesias cristianas, de las diversas comunidades religiosas, de los que buscan y de los que se declaran no creyentes. En otras palabras, debe ser un punto de encuentro para la reflexión sobre la ecología integral, capaz de reunir diferentes experiencias y pensamientos, combinándolos a través del método de la investigación científica. De este modo, la Universitas no sólo es expresión de la unidad del saber, sino también depositaria de un imperativo que no tiene fronteras religiosas, ideológicas o culturales: salvaguardar nuestra casa común, preservarla de acciones perversas, tal vez inspiradas en la política, la economía y la educación vinculadas al resultado inmediato, en beneficio de unos pocos.

Las expectativas vinculadas a los objetivos de desarrollo sostenible que deben alcanzarse de aquí a 2030, así como los objetivos más específicos vinculados a la protección del aire, el agua, el clima o la lucha contra la desertificación, retroceden. Quizá porque sólo hemos vinculado estos objetivos a una relación causa-efecto, quizá en nombre de la eficacia, olvidando que “no hay ecología sin una antropología adecuada” (Laudato si‘, 118). Sin una verdadera ecología integral tendremos “un nuevo desequilibrio, que no sólo no resolverá los problemas, sino que añadirá otros nuevos” (ibid.). La idea de un ciclo especial de estudios, por tanto, sirve para transformar, incluso entre los creyentes, el mero interés por el medio ambiente en una misión llevada a cabo por personas formadas, fruto de una experiencia educativa adecuada. Esta es la mayor responsabilidad frente a los que, a causa de la degradación del medio ambiente, están excluidos, abandonados y olvidados. Es una obra a la que las Iglesias, por vocación, y toda persona de buena voluntad están llamadas a aportar la contribución necesaria, convirtiéndose en la voz de los que no tienen voz, elevándose por encima de los intereses partidistas y no sólo quejándose.

A la comunidad académica de Letrán, en todos sus componentes, dirijo mi aliento para que continúe, con humildad y perseverancia, interceptando los signos de los tiempos. Una actitud que requiere apertura, creatividad, una mayor oferta educativa, pero también sacrificio, compromiso, transparencia y rectitud en las decisiones, especialmente en estos tiempos difíciles. Abandonemos definitivamente el “siempre se ha hecho así” -es suicida, esto, el “siempre se ha hecho así”-, que no nos hace creíbles porque genera superficialidad y respuestas sólo aparentemente válidas (cf. Exhortación Apostólica Evangelii gaudium, 33). Por el contrario, estamos llamados a un trabajo cualificado, que exige generosidad y gratuidad por parte de todos para responder a un contexto cultural cuyos retos exigen concreción, precisión y capacidad para afrontarlos. Que Dios nos llene de su ternura y derrame la fuerza de su amor en nuestro camino, “para que sembremos belleza y no contaminación y destrucción” (Laudato si‘, 246). Gracias.

© Librería Editora Vaticana